Muchas veces nos encontramos frente a situaciones que ameritan de nosotros un reconocimiento de que hemos podido haber tenido otro tipo de actitud, o haber podido haber hecho algo de una mejor manera. Sin embargo, en esta oportunidad vamos a rescatar de estos casos 8 cosas, por las cuales jamás debemos lamentarnos o pedir disculpas:
No vinimos a adaptarnos a lo que los demás esperan que seamos, ni a comportarnos de acuerdo a un patrón establecido. Es muy difícil por el tipo de sociedad en la que nos formamos saber quiénes somos, qué queremos, hacia dónde vamos… Si tenemos una pista, si nos encontramos, no perdamos la oportunidad de ser nosotros mismos, por más chocante que esto resulte para nuestro entorno.
Todos tenemos sueños o al menos los tuvimos, es nuestra responsabilidad rescatarlos, darles vigencia y hacer lo posible por conquistarlos. No tenemos que pedir autorización para ello, menos disculpas, porque a fin de cuentas nadie va a vivir por nosotros y no resultará tan satisfactorio decir en el último momento que trabajamos por los sueños de los demás, en lugar de hacerlo por los nuestros.
Bien sea por un corto momento o corresponda a una decisión de vida, el estar solos o en compañía es algo que no debe responder a imposiciones y el decidir cualquier opción no debe ameritar una disculpa de nuestra parte.
Muchas son las veces que resultamos haciendo cosas que no queremos, que no nos satisfacen, que nos incomodan, pero que nos da pena o hasta miedo decir que no, en especial porque no queremos causar una mala impresión o perder determinada posición. Pero si queremos ser respetados tenemos que comenzar a decir sin remordimientos no, a lo que no nos satisface hacer.
Hay una línea en este punto que puede confundirse con no cumplir con nuestros compromisos o responsabilidades, sin embargo, debemos entender que algunas cosas no las podemos eludir, que nos competen y tenemos que hacernos cargo, incluso cuando no resulta de nuestro agrado. En estos casos lo mejor que podemos hacer es cambiar la perspectiva y ver las cosas desde otra óptica, tratando de asumir nuestros compromisos desde el amor y la buena intención, desde allí, nada pesa.
No podemos estar obligados a permanecer en alguna dinámica con ninguna persona en lo absoluto. Dependiendo del vínculo nos resultará más sencillo o más complicado alejarnos, pero al menos siempre tendremos la opción de aislarnos y protegernos mentalmente de las relaciones en las cuales la distancia física no resulta una opción. Lo importante es que no permitamos que nuestros nexos se conviertan en rutas de drenaje de energía y seleccionemos, en la medida de lo posible, lo que resulta enriquecedor para nosotros.
Podemos fallar, es válido caernos. La vida estará llena de ensayos y errores y nos daremos cuenta que vale más habernos caído, inclusive muchas veces, que no haberlo intentado nunca. Muchas veces lo que vemos como un fracaso, se convierte en el escalón necesario para alcanzar lo que queremos.
Cuando sentimos que necesitamos apoyo, el solicitarlo no es una muestra de debilidad, por el contrario, es una muestra de reconocimiento de nuestros recursos y de la habilidad que tenemos para determinar que hemos dado o hecho lo que está a nuestro alcance para el momento y le podemos dar paso con humildad a que alguien más nos tienda una mano. Que alguien nos lleve la mochila así sea por un corto instante nos permite tomar el respiro necesario para continuar y reconocer cuándo es ese momento y con quién podemos contar es parte del aprendizaje de la vida.
Nuestros sentimientos se los podemos dedicar a quien nos inspire, si son positivos, nunca restarán, aun cuando no sean bien recibidos o correspondidos, no tenemos que disculparnos por sentir algo por alguien. Evidentemente hay contratos morales que requieren cierto tipo de exclusividades y el violarlos puede generar malestar y heridas a propios y terceros, por lo que a pesar de ser libres de elegir a quienes querer, debemos en todo caso evitar dañar a los involucrados con nuestras decisiones.
Cualquier caso en el que lastimemos a alguien, voluntaria o involuntariamente, abre espacio a una disculpa de nuestra parte.
La vida es muy corta, siempre habrá quien se sienta ofendido por lo que hacemos o decimos, pero nuestra responsabilidad abarca en hacer lo que nos acerque a la felicidad, procurando si podemos la de los demás, o al menos evitando hacerles daño. Cada quien debe hacerse responsable de su alcance, de sus acciones y desde el bienestar individual, tejer entre todos la red que nos facilitará el camino a lo que cada uno desea.
Siempre recuerda que: Muchas personas te amarán por lo que eres y lo que haces, otras te odiarán por lo mismo… No te preocupes tanto por los demás y dedícate a hacer lo mejor que puedas con esta experiencia de vida.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.guru
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