Quienes sufren de ansiedad son personas increíblemente fuertes
Se puede pensar que quienes tienen un trastorno de ansiedad, son personas de carácter débil o con un perfil pusilánime. Sin embargo, nada más alejado de la realidad. Cualquier trastorno de ansiedad está a la orden del día para cualquier mente, es como si se tratase del paso de interruptor. Algo se dispara y las cosas parecen tornarse completamente diferentes a como solían ser.
La ansiedad puede dar algunos avisos en sus actos de aparición previa a un trastorno. Sin embargo, se suelen pasar por altos hasta que su presencia se hace realmente notoria a tal punto que puede llegar a imposibilitar a quien la está padeciendo.
Manifestaciones de la ansiedad
Hay muchas manifestaciones de ansiedad, pero todas ponen al sistema corporal en un estado de alerta ante algo irracional. Las reacciones del cuerpo son las mismas que se presentan ante una amenaza real, pero magnificadas por una mente que lucha con ella misma por mantener la normalidad.
El encontrarse en una posición en la cual el supuesto enemigo está dentro, no puede sino derivar en fortaleza, que se incrementa cada día, incluso cuando la persona que está padeciendo este indeseable cuadro sienta que va perdiendo la batalla y cediendo terreno a su oponente.
Una persona que sufre de trastornos de ansiedad puede estar sometido a muchos elementos que le perjudican, puede no estar durmiendo adecuadamente, quizás no se está alimentando correctamente, probablemente tenga un consumo de antidepresivos y ansiolíticos que afectan no solo su sistema nervioso, sino el resto de sus funciones.
Adicionalmente puede generar estragos mayores como alucinaciones, despersonalización, cuestionamientos de fe. Sin contar con los problemas sociales que genera, en especial por el tabú que encierra a cualquier trastorno que involucre a la mente.
Las personas que sufren de ansiedad no han enloquecido, ni lo van a hacer por ello. Son personas corrientes, que tenían vidas normales, que probablemente venían viviendo sus vidas de forma inconveniente y su cuerpo, su mente, su ser, vieron esta vía como una invitación a un cambio.
Hacer las paces con el mensajero
No es una declaración de guerra lo que dicta la ansiedad. Normalmente a través de un mecanismo complejo intenta recordarle a quienes se topan con ella que la vida no es una carrera, que no hay que demostrarle nada a nadie, que no estamos pagando deudas, que no estamos para complacer a todos. Vinimos a divertirnos, a ser felices, a disfrutar y a crecer con la experiencia.
Hay mecanismos más rudos que la ansiedad, que terminan por robar vidas, porque no se llega a entender el propósito de esas visitas que cambian vidas. Las enfermedades, los trastornos, los simples malestares nos son enemigos, son llamados de atención. Si nuestro cuerpo pide una pausa y no se la damos, nos encontraremos sometidos a situaciones que nos obliguen a tomar esa pausa.
Aunque está en las manos de cada quien que la ansiedad deje de hacer actos de presencia en su vida, ésta no es una tarea sencilla, ni mucho menos evidente. Pero cuando la persona suelta las armas, entiende que la ansiedad no ha llegado para quedarse, ni mucho menos para robarle la vida y decide liderar los cambios necesarios, aceptándola como un mensajero de la vida. Ella se siente complacida y se despide… Muchas veces para siempre.
En cualquiera de las etapas, la persona que padece de ansiedad con un cuerpo quebrado por las hormonas que le invaden, aprende a adaptarse y no se rinde, cada día cargada de miedos se mira al espejo y decide retarse a sí misma a ver si hoy está libre de un ataque de pánico, de unas ganas incontenibles de salir corriendo de algún lugar, de querer regresar el tiempo al momento en el que no conocía la ansiedad. Lucha con su mente y con este nuevo reto, se hace cada vez más fuerte.
Para saber qué se siente solo se puede vivirlo
Una persona que no ha padecido jamás de ansiedad, no tiene la menor idea de lo represente para alguien que la está padeciendo intentar llevar un día normal. No es estrés, no se quita con una pastilla, no es un invento. Un ataque de pánico te genera los peores síntomas existentes. Solo quien ha sufrido de ansiedad sabe lo que es que su corazón pase de latir a 60 ppm a 120 en segundos sin motivo aparente. No es fácil tomar un carro e ir pensando todo el camino: Ojalá no pierda el control, ni ocasione un accidente que me cueste la vida… o quizás a otros. Ni mucho menos tomar un transporte público rezando porque todo resulte bien en 20 minutos de trayecto que pueden representar una vida allí.
La ansiedad, mientras no se toma como aliada, genera efectos devastadores, efectos reales, que consumen y limitan a las personas que la padecen, pero a su vez las hacen más fuertes de lo que nadie, ni ellas mismas pudiesen imaginarse.
Qué hacer en cada caso
Si tienes alguien cercano que sufre de ansiedad, créele, apóyale y sirve de soporte. No desesperes, quizás crees que no es mucho, pero el contestarle el teléfono en la madrugada, si llegase a llamarte, es un gran aporte. El apoyo que ofrece el cariño es el más grande ansiolítico.
Si sufres de ansiedad, tranquilo, no tiene que ser un estado permanente, mucha gente supera esas etapas y tiene una vida soñada en donde se valora cada segundo, cada segundo sin tener rastros de ansiedad en su mente. Solo debes ir generando pequeños cambios de fondo a tu vida y ver cómo todo comienza a cambiar para bien.
Ten fe en ti y en aquello que te da la vida, que siempre quiere lo mejor para ti.
Imágenes cortesía de: Kathrin Honesta
Por: Sara Espejo – Reencontrate.com
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