La vida nos da más de aquello con lo que vibramos, de aquello en lo cual ponemos nuestra atención. Si aprendemos a verle el lado amable a todo, siempre vamos a encontrar un motivo para agradecer.
La gratitud es una de las maneras más fáciles de conectarnos con la prosperidad, de apreciar las cosas que tenemos e incluso las que queremos que lleguen. Al tener una actitud de agradecimiento sincero ante la vida, la vida nos ofrece más y más, para que tengamos motivos adicionales para agradecer.
La vida, Dios, el Universo, como queramos llamar a esa fuente donde están todas las posibilidades nos complace siempre, incluso cuando no queremos que lo haga. Nos complace no tanto en lo que decimos, sino en lo que sentimos. Es por ello que debemos aprender a sentirnos como nos gusta estar.
Si normalmente estamos tristes, la vida nos dará experiencias que estén en esa sintonía, si estamos alegres, pasa lo mismo, la vida nos dará más motivos para alegrarnos. No es casualidad aquello de “todo lo malo viene junto”… Cuando nos ocurre algo malo, por cualquier motivo, la frecuencia a la cual vibramos baja y comenzamos a sintonizar con más y más experiencias que estén a esa misma frecuencia.
Cuando agradecemos automáticamente esa frecuencia sube, no es posible que agradezcamos algo de corazón y al mismo tiempo nos sintamos mal. Así que el agradecer, el darnos cuenta de que tenemos bendiciones que nos tocan, que no importa lo que atravesemos, somos capaces de ver algo que nos conecta con el bienestar, nos hace sentirnos bien y con ello crear espacios para atraer cosas que estén a esa frecuencia.
Normalmente cuando deseamos algo, tenemos la costumbre de pensarlo desde la carencia, alejando eso que deseamos de nosotros. Sabemos que no lo tenemos, pero marcar esa distancia o resaltarla, no permite que la brecha entre eso que queremos y nosotros, se cierre.
Nos conectamos más con el NO tener algo, que con lo que deseamos y desde la carencia, solo atraemos más carencia. Es decir, nos mantenemos en el no tenerlo, vibramos con lo que no tenemos y por supuesto, lo que queremos jamás llega.
Aprendamos a pedir, a decirle al Universo qué queremos y para ello debemos aprender a agradecer, incluso aquello que creemos muy lejano. Debemos aprender a disipar las dudas, a confiar. Pero en especial debemos aprende a sentirnos dueños de la experiencia que deseamos vivir, del objeto que queremos tener, de la relación de la cual queremos ser parte.
No importa cómo sea tu realidad en este justo momento, ella puede cambiar. Pero para que cambie debes aprender a ver lo que deseas en tu mente y agradecerlo como si ya fuese tuyo, dar por sentado que el Universo trabaja en ello y no tarda en entregártelo.
Cuando ordenas una pizza en un restaurant, tú la ordenas y esperas a que te la coloquen en la mesa e incluso antes de que esté allí agradeces por tomar tu orden, estás seguro de que esa pizza llegará a la brevedad. No te dedicas a pensar: Ay si yo tuviese una pizza, mi vida sería diferente, esa pizza me haría feliz… Tú das por sentado que la pizza va a llegar y la vas a disfrutar, incluso si cuando llega la experiencia no es tan fiel como la imaginaste.
Aprendamos a confiar en la labor del Universo para con nosotros. Démosle señales claras a través de nuestro agradecimiento, viendo cada milagro, cada detalle a través del cual podemos alegrar nuestra existencia y agradeciendo por aquello que sabemos que está por llegar.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.guru
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