Cerrar ciclos puede ser algo liberador en muchos casos, pero en otros puede representar un arduo proceso de duelo que lastime y agobie. Los finales, al menos algunos de ellos, puede que no se nos den muy bien. El aceptar que aquello que quizás planeamos tener de manera indefinida llega hasta un punto y final, puede agarrarnos y voltearnos de cabeza.
Debemos entender que quien nos sujeta los pies y nos tumba, derriba todo alrededor y nos pinta el peor de los escenarios es nuestro ego, esa parte de nuestra mente que es especialista en fabricar e inyectar dolor. El dolor lo comienza a sembrar cuando genera los lazos de apego y dependencia que distorsionan los del amor y que nos hacen ver un cierre de ciclo como que el mundo entero se nos puede descalabrar.
Cerrar ciclos es algo natural, pero debemos acostumbrarnos a que es así y verlo como el proceso a través del cual fluimos con la vida pasando por comienzos y finales de manera continua. Por lo que aprender a hacerlo desde el amor nos coloca en una posición ventajosa, para ver de frente a esas situaciones que demandan de nosotros toda nuestra experiencia y nuestra disposición para despedirnos de una etapa de nuestras vidas.
Entendamos que cuando realmente nos desprendemos de algo, le damos paso a la llegada de lo nuevo, que no tenemos garantizado de que sea mejor. Pero sea como sea nos traerá crecimiento y representará un aporte a nuestra constante transformación.
Otorguemos el perdón, liberándonos con él de culpas y de resentimientos, este par genera estragos. Cada quien hizo lo mejor que pudo en cada momento. Normalmente nadie quiere dañar a otra persona. Sino que son daños que se generan colateralmente mientras cada quien hace lo que para ese momento considera lo mejor posible. El perdón nos libera y es una manera de colocar amor donde hay dolor.
Si tu ego te atormenta demasiado, procura momentos de silencio, donde los protagonistas sean tu respiración y tú, esa será una técnica súper efectiva para poner todo en orden de afuera hacia adentro.
No te resistas, porque te dolerá más. Imagina estar colgado de la punta de un trampolín teniendo abajo una piscina aclimatada esperando por ti, pero no la ves, porque el miedo no te deja. Tus manos no pueden más, tu mente no deja de agobiarte en relación a lo terrible que será que te sueltes, todo lo que perderás… No estás disfrutando tu vida, solo estás allí, colocando toda tu energía para no soltarte, para no caer… Sin entender que te espera algo suave, relajante y muchas veces justo lo que necesitas.
Suéltate y después decide
Pero no luches más y aprende a cerrar tus ciclos dándole valor a cada cosa, honrando la experiencia, sintiéndote bien contigo mismo por haberla escogido en algún momento y por haber aceptado o decidido que ya era oportuno cerrar ese capítulo.
Con todo lo que sientas que no ha concluido de tu pasado, date una vuelta por allí y cierra esos ciclos que hayan quedado por allí con hilos sueltos. Porque aun cuando no los vemos, nos suelen enredar los pasos, impidiendo un avance natural y fluido.
Estás acá para vivir al máximo, no para aferrarte a lo conocido, aun cuando sabes que ya no funciona. Aprende a cerrar ciclos oportunamente. Fluye y disfruta de este regalo llamado vida y confía en que tu alma siempre tiene un mejor plan para ti.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.guru
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