Ser benevolente conmigo mismo y con los demás, es una práctica que sana y genera milagros en nuestra vida! Benevolencia es una palabra elegante, que tiene un significado bastante simple: buenas intenciones hacia todos los seres vivos, incluyéndonos a nosotros mismos.
Esta acción de buena voluntad está presente en actitudes como la calidez, amabilidad, compasión, decencia, jugar limpio, amabilidad, altruismo, generosidad y amor. El corazón benevolente se inclina favorablemente hacia los demás y hacia uno mismo. No es neutral ni es indiferente.
La benevolencia es lo opuesto a la mala voluntad, la frialdad, los prejuicios, la crueldad y la agresión. Todos hemos sido benévolos y todos sabemos lo que es desearle bien a alguien desde el corazón.
Es necesario practicar la benevolencia conscientemente, en estado de atención plena, ya que solemos dejarnos llevar por la frustración y la inarmonía, y olvidamos conectarnos desde el corazón.
Hemos vividos tan bombardeados por los medios de comunicación, donde sus mensajes son anti-bondad, que crecimos pensando que las personas amables y benevolentes son extrañas y que algo buscan en el fondo. ¡Es hora de romper con esos estigmas!
Desde que somos niños, nuestros padres (o la gran mayoría de padres) nos han tratado de enseñar a ser amables con los demás, que compartamos los juguetes, que seamos condescendientes, que ayudemos en lo posible a los demás, etc. Sin embargo, aprender a ser benevolentes con nosotros mismos es un acto que ha quedado relegado al último puesto de la fila! Y lo cierto es que la benevolencia debe comenzar por uno mismo, ya que si no me trato con bondad, no puedo pretender tratar a los demás de igual manera.
Si comenzamos a practicar ser benevolentes con nosotros mismos, todo lo demás fluirá de manera increíble.
Ser bueno con uno mismo es necesario para satisfacer nuestras tres necesidades fundamentales: evitar hacernos daño, acercarnos a las recompensas y unirnos a los demás. Cuando se satisfacen estas necesidades, nuestro cerebro cambia a su modo receptivo, en el cual el cuerpo se auto-repara, se reabastece de energía, se siente tranquilo, feliz y amoroso.
Tratar con bondad a los demás reduce las disputas inútiles, genera confianza y es la mejor estrategia para obtener reciprocidad.
Aplicar la benevolencia dentro y entre las naciones, promueve el estado de derecho, educa a los niños, alimenta a los hambrientos, apoya los derechos humanos, ofrece ayuda humanitaria y trabaja por la paz.
El amor benevolente hacia nuestro planeta logra proteger las especies en peligro de extinción, las reservas naturales, y reducir el calentamiento global.
Como verás, la benevolencia desde el corazón, es la respuesta que buscamos a todos los males del mundo, pero debe comenzar por nosotros mismos.
Reconectando con el amor que soy, aprendo sobre mi propia esencia, y abandono la idea de pretender ser diferente a lo que soy en realidad. Asumir y aceptar esto, me lleva a aceptarme a mi mismo, y acepto que lo que soy, está bien. Mientras voy creciendo en ese sentimiento benevolente y amoroso hacia mi mismo, logro conectar con la gratitud, y puedo ver cuántas cosas tengo para agradecer.
Puedo sentir cómo se esparce la benevolencia en mi cuerpo, corazón y mente. Esa sensación de calidez, amor y buenos deseos hacia mi mismo o hacia alguien más, me hace entender que la bondad es algo natural e intrínseco en el ser humano.
A través del agradecimiento profundo puedo conectar con el amor hacia otros seres, y ese amor me lleva a ser bondadosa con todo y todos.
A través de la historia de la humanidad, podemos entender que nuestros antepasados se mantuvieron vivos gracias a su interés genuino por los demás miembros de su clan. Esos genes se han transmitido de generación en generación hasta nuestros tiempos. Ellos se ocupaban de si mismos y de todos los miembros de su prole. En general, todas las tribus alrededor del mundo practican la benevolencia. La gratitud y la reverencia por la naturaleza (esa que le otorga sus alimentos), impide que ésta sea maltratada.
Cuando se satisfacen tus necesidades básicas, y no estás estresado por una amenaza, pérdida o rechazo, el cerebro pasa a su estado de reposo, y es a través de ese estado que la mayoría de las personas suelen ser amables, empáticas, cooperativas, compasivas y amorosas: en una palabra, benevolentes. Un cerebro sano y tranquilo es benévolo.
La buena voluntad puede verse afectada con un estado emocional de miedo, frustración o soledad. Así es mucho más difícil sentirse amoroso.
Siéntete arropado por la benevolencia exuberante del universo infinito, donde cada átomo o célula de tu cuerpo es sostenida por la infinita bondad de la fuente padre. ¿Quien no se sentiría absolutamente amado desde esta perspectiva?
Te invito a conocer las maravillosas características de las personas sabias.
Por: Loubna Hatem ∼ Reencontrate.guru
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