Todo lo que nos limita es una creación mental, originada por pensamientos, que con suerte tendremos la capacidad de desmontar. Sin embargo, los casos que resultan mayoría son aquellos en donde los barrotes cada vez se hacen más cercanos entre sí, haciendo cada vez más complicado el mirar más allá de la realidad que nos hemos inventado.
La mente debemos verla como un amigo inseparable, que se ha acostumbrado a ser muy negativo. Ese amigo se disfraza de realista, se siente nuestro protector, se coloca en la puerta y nos convence de todos los peligros que nos asecharán en caso de salir… Pero no es su culpa, así ha sido condicionado.
Él genera en masa aliados que le ayuden en su misión de mantenernos alejados de cualquier riesgo, de cualquier cambio. No importa mucho si no nos sentimos cómodos en el sitio actual, si tenemos las mejores intenciones de mejorar, si tenemos un plan maestro que queremos seguir… Él fabricará los pensamientos que sean necesarios para hacernos desviar de nuestro propósito.
En muchísimos casos logra mantenernos en condiciones “seguras” y nos hace “entrar en razón”. De cualquier manera todo implica un riesgo y donde hay un riesgo, hay posibilidades de que las cosas no salgan como queramos y él siempre está dispuesto a explicarnos todos los terribles escenarios que nos está evitando.
Si cedemos todo el control a la mente, terminaremos haciendo lo que ella quiera y no lo que nosotros deseemos. Y claro que la mente es parte de un “nosotros”, pero la más importante, la que vale la pena seguir, es aquella que está asociada al corazón, en lugar de estar asociada al cerebro. Podemos ver el cerebro como el receptáculo de la mente, mientras que el corazón vendría siendo el receptáculo del alma.
Ambos pueden estar alineados, pero el corazón no debe someterse a la mente, porque viviremos siempre en medio de una jaula hecha de pensamientos, sin mayores posibilidades de ser libres y estando lejos de lo que nos corresponde vivir.
Esta experiencia es un regalo y perdemos tanto, pero tanto tiempo y energías en cosas que no lo merecen. Nos dedicamos a trabajos que no nos agradan, nos quedamos esperando que personas cambien, no nos mudamos a ese país que nos llama, seguimos tratando con personas que solo están para restarnos y no aportan nada a nuestras vidas, nos quedamos mendigando amor de alguien… En fin… cada uno de nosotros podrá aportar al menos algo en lo que sienta que ha desperdiciado o al menos mal invertido sus recursos más valiosos.
Por lo general nos quedamos en situaciones que nos desgastan por miedos, por pensar que no conseguiremos algo mejor, que nos irá mal si cambiamos, que quizás esto es lo que merecemos, que ese reto nos supera… Y así vamos cada vez más acercando los barrotes de nuestra cárcel y conformándonos con lo que tenemos y conocemos… que quizás no guarda ninguna relación con lo que nos gustaría realmente.
Los límites los ponemos cada uno de nosotros a través de nuestros pensamientos… ¿Tienes dudas de esto? Trata de anotar lo que se te viene a la mente cada vez que piensas en algo que quieres… ¿No crees que hay muchos de los pensamientos que se vienen a tu cabeza que te limitan, que te atemorizan o te alejan del punto en el cual te gustaría estar?
Pues esto es una invitación a no prestarle más atención a esos pensamientos y darle fuerzas a aquellos que nos motiven, que nos impulsen, que nos inspiren… Mientras más ignoremos a los saboteadores, más espacio tendremos para los que nos potencien y si en ellos colocamos nuestra atención, ya tenemos una buena parte del camino recorrido.
“Tienes poderes con los que nunca has soñado. Puedes hacer cosas que nunca pensaste que podrías hacer. No hay limitaciones en lo que puedes hacer, excepto las limitaciones de tu propia mente”. – Darwin P. Kingsley
Por: Sara Espejo – Reencontrate.com
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