Hablando de relaciones de pareja, donde el amor no es lo que podríamos llamar precisamente incondicional, existe la tendencia de que cuando elementos claves se agotan, el amor les sigue.
La paciencia es uno de los elementos que debe estar presente en la relación, porque nos permite sobrellevar situaciones que no resulten de nuestro agrado con una actitud que no deteriore en mayor medida lo que vive la pareja.
Cuando somos pacientes, nuestra actitud habla de una apuesta tácita hacia la relación, esperamos que podamos resolver las cosas, que la otra persona se dé cuenta de algo, entender situaciones, etc, etc.
Al perderse la paciencia, nos volvemos intolerantes, fácilmente irritables, los niveles de frustración se elevan y no miramos al otro, ni a la relación como tal con ningún tipo de consideración. Hasta podría decirse que estamos sencillamente esperando llenar el saco de las decepciones.
Cuando nuestra mejor cara ante las acciones del otro o la evolución de la relación, se convierte en una demandante o desafiante, estamos inyectando tensión en el ambiente, lo cual conlleva a la predisposición y a un manejo de situaciones que no hablará de amor, sino de cansancio y obstinación.
La predisposición que se genera al agotarse nuestra paciencia y no tener voluntad para recuperarla, hace que esperemos siempre lo peor, el peor desenlace, la peor reacción, el resultado menos conveniente. Esto porque de alguna manera tenemos ya un patrón formado por el histórico de la relación que nos habla de resultados que no coinciden con lo que deseamos.
Si no queremos que el amor muera, debemos hacer lo posible por cultivar la paciencia, por poner nuestras esperanzas en esa relación que quizás nos ha demostrado que no es lo que se puede llamar “pide y se te dará”, pero que si aún nos interesa, resulta inteligente reprogramarnos de forma consciente para mirar con mayor condescendencia todo lo que tenga que ver con la relación.
Cuando miramos desde el amor, se nos hace sencillo entender las faltas del otro, llevar una situación de forma favorable, buscando arreglar las cosas, en lugar de procurar una ruptura.
Puede ser que el pasado haya estado repleto de decepciones, si aún estamos allí, hagamos un esfuerzo por dejar lo negativo atrás, por perdonar y buscar puntos de unión y convergencia.
Normalmente nuestra pareja no hace las cosas procurando dañarnos, cada uno está en la búsqueda de su bienestar y eso a veces genera conductas que resultan desagradables para el otro, pero no quiere decir que sean intencionales. Este punto no se trata de justificar, sino de entender.
A veces no obtenemos lo que deseamos porque no somos claros expresando nuestras expectativas. El hecho de dejarlas claras puede disminuir la brecha entre lo que recibimos y aquello que deseamos.
Los límites no tienen que ver con barrotes, ni son elementos que privan de libertad. Los límites nos hablan de lo que está cada uno dispuesto a dar y a recibir y en cuanto a lo que no nos agrada, resulta conveniente que queden claros y no sean sobrepasados. Cuando existe la ausencia de límites establecidos de forma explícita, quedamos supeditados al entendimiento y criterio del otro, lo cual a veces incrementa la frustración.
Todos sabemos cuándo estamos dirigiendo nuestra relación por el camino del amor y cuándo por el camino de la separación, cada uno es responsable de sus acciones y de aportar lo necesario para que el amor se consolide cada vez más y no que se derrumbe con el paso del tiempo. Si tu paciencia se ha agotado, es un síntoma de que la unión no está estable, está en cada uno de uds. tomar medidas correctivas o esperar un desenlace que normalmente tiene como protagonista a la ruptura.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.guru
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