Algunas veces sentimos que todo a nuestro alrededor se desmorona, se vuelve inestable y pareciese que no podemos hacer mucho ante el inminente derrumbe. Evidentemente no resulta fácil dejar de preocuparnos o mantener el optimismo, muchas veces la angustia nos sobre pasa y termina por afectar todos los aspectos de nuestras vidas.
Pero en estos casos, en los que las acciones ya han pasado a un segundo plano y todo parece caer, aun cuando por múltiples vías hemos intentado que no ocurra, lo mejor que podemos hacer es buscar nuestra estabilidad en las cosas más simples, en aquellas que sabemos que podemos resolver y que le darán algo de orden y de armonía a nuestro ambiente y en especial a nuestra mente.
Cuando hablamos de cosas sencillas nos referimos a organizar nuestro cuarto, a sacar todo de nuestros cajones, hacer una limpieza y volver a guardar, a lavar los trastes, o nuestro baño con abundante agua, sembrar una planta, incluso leer un libro…y mientras lo hacemos tratar de ubicarnos allí, tratar de no pensar en nada más.
La distracción es un buen mecanismo para que las cosas mejoren… Pensamos que eso no cambiará nada y a veces sentimos culpa por no meternos de cabeza en algún problema, pero el entender que el no enfocarnos en el problema es lo único que realmente lo sacará de nuestras vidas, resultará de vital importancia.
Adicionalmente el orden, el mover las energías y hacer nuestros espacios armónicos nos permite ordenar un poco el caos interno. Nos permite ver opciones, cambiar de lugar piezas de forma inconsciente, porque nos estamos dedicando a organizar, en este caso de afuera hacia adentro.
Así que permitamos que la estabilidad llegue a nuestras vidas por una vía más relajada de la que nos ofrece el tratar de darle solución a algo que quizás se nos escapa de las manos.
Al dolor hay que darle descanso, hay que olvidarnos de a rato de lo que sentimos que nos quiebra, porque su presencia continua en nuestra mente termina por acabar con nuestra salud mental y emocional… Es el mismo problema, pero podemos comparar qué ocurre si me despierto y me acuesto pensando en él y qué ocurre si conscientemente procuro darle un descanso en mi mente al problema, quizás no notemos el cambio en el problema como tal, pero sí será evidente cómo nos sentiremos al final del día.
La preocupación no hace que el problema desaparezca, lo que desaparece es nuestra paz cuando nos preocupamos. Y desde allí el problema se hace más grande, las salidas se hacen pequeñas y nosotros cada vez más sometidos a lo que roba nuestro bienestar.
Así que cuando sientas tu mundo venirse abajo busca alguna actividad sencilla a la que le puedas dedicar tiempo y atención… Quizás se termine de caer tu mundo, pero quedarán energías en ti para reconstruirlo, pero si permites que el problema te lleve con él, te robe el sueño y te invada de pensamientos angustiantes, puede que incluso tu mundo no termine de caerse, pero dará lo mismo, porque tú te habrás consumido, los escombros del desastre te habrán invadido tu interior y será mucho más difícil encontrar un foco de luz que te ayude a salir de donde estás.
Lo sencillo no requiere mucha voluntad, ni mucha capacitación y lo mejor de todo es que siempre hay algo que podamos hacer… Prueba concentrarse en alguno de esos pequeños salvavidas cada vez que puedas y más pronto que tarde y casi sin darte cuenta, ya estarás a salvo, en la orilla con la tempestad que superaste, justo atrás de ti.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.gurú
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