Existe una gran satisfacción en dar, incluso mayor que en recibir. La generosidad y la bondad ofrecen frutos tan gratificantes que no hay una escala en la cual podamos medirlos, no se trata de un reconocimiento externo, ni de esperar recibir algo a cambio, simplemente la satisfacción de poder ser útiles, de estar, de servir, nos hace conectarnos con la felicidad.
Sin embargo, a veces debemos dosificar ese dar, en especial si sentimos que nos están utilizando. Porque está claro que a la mayoría nos gusta recibir, pero hacer del otro un elemento utilitario, al que solo nos acercamos cuando lo necesitamos, no está bien.
Las buenas acciones debemos reconocerlas y valorarlas y debemos tratar a los demás como un paquete integral. Algunas veces obtenemos de otros cosas que no nos gustan tanto y otras que valoramos más, así como nosotros somos capaces de ofrecer algo de nosotros de vuelta.
Es evidente que el aprecio no debe estar determinado por los beneficios que se obtienen y esto parece ser tácito en cualquier relación, pero la verdad es que está bastante alejado de la realidad, la mayoría de las relaciones se basan en un intercambio de beneficios, en cómo puedo yo sentirme mejor teniéndote cerca, qué le aportas tú a mi vida y de hecho muchos sentimientos cambian cuando las condiciones cambian.
Más allá de lo que sustenta las relaciones, está el cómo nos sentimos y los papeles que jugamos. A veces no nos resulta evidente que estemos siendo utilizados, porque en medio del afecto que nosotros podemos sentir, lo que queremos aportar, los lazos estrechos que queremos cultivar, solo nos ocupamos de estar cuando lo creemos conveniente o cuando nos manifiestan que lo necesitan.
Pero es necesario muchas veces que algún espectador lo mire desde afuera y nos exprese lo que percibe, para que lo notemos. O bien algún momento de lucidez en el que podamos ser nosotros mismos esos espectadores y caer en cuenta de la dinámica de la cual formamos parte.
A fin de cuentas lo que demos siempre, en algún momento de nuestras vidas, vuelve. Así que ser buenos, considerados, gentiles, nunca será un pesar para nosotros, incluso cuando algunos se provechen de la mejor voluntad con la que podamos ejecutar nuestras acciones.
Siempre es sano preguntarnos hasta qué punto nuestras relaciones son recíprocas. Pregúntate hasta qué punto te seientes al menos un poco retribuido en relación a lo que das, sin que este sea tu motor para dar.
Todos de alguna manera nos enriquecemos de todos, pero el procurar un acercamiento con alguien solo por un interés, por algo puntual y una vez satisfechos, nos alejamos y volvemos a acercarnos cuando la necesidad aparece, no habla bien de nosotros, a menos que dejemos claras nuestras intenciones.
También sucede que veces no nos damos cuenta de que estamos utilizando a alguien. Más cuando ese el nuestro modo de operación común, pero en todo caso es oportuno que revisemos lo que somos capaces de aportar a la vida de alguien, más cuando esa persona es alguien con quien normalmente podemos contar.
De cualquier manera, lo más importante es que los involucrados en la relación se sientan bien cada uno en su rol. Pero siempre es oportuno hacer un chequeo de lo que creemos merecer, porque podemos estar conformándonos con poco. Nuestra autoestima siempre juega un papel importante en nuestras relaciones y determina de alguna manera lo que creemos que necesitamos dar y lo que nos puede tocar de vuelta.
Aprendamos a ser especiales con nosotros mismos y a sentir que nos merecemos que así como nosotros enriquecemos la vida de alguien, nos enriquezcan la nuestra.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.guru
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