¿El odio? Yo durante mucho tiempo lo pensaba que justo el odio era lo opuesto al amor. Por fortuna durante toda mi vida, creo que no he llegado a sentir odio por alguien. La verdad es que siempre he sido como una máquina que en automático justifica las acciones que considero inadecuadas en los demás y aun cuando estoy en los límites de la molestia y de la frustración, incluso de la tristeza, viene a mi mente que todos estamos haciendo lo mejor que podemos con los recursos que tenemos y esto resulta el antídoto perfecto para nunca llegar a sentir odio.
No odio a nadie, quizás por practicidad, no puedo cargarme de basura mi interior por cómo he decidido interpretar e integrar a mi vida lo que los demás hacen… Sí, me puede doler, pero siempre trato de poner amor donde hay dolor… y eso es sencillamente perdonar. De lo cual conversaba hace nada con un amigo, hablábamos acerca del perdón hacia los padres, le decía que en mi mente eso no existía, que alguien que me había dado la vida ya tenía un indulto de por vida, el perdón si así lo requiriesen estaba tácito.
Agregaba que si entendiéramos nuestra naturaleza creadora, ni siquiera tendríamos que utilizar el perdón. Nada llega a nosotros por casualidad, lo que lo hace perfecto. Nos hace sentir cosas que necesitábamos sentir, porque justo en esa frecuencia nos encontrábamos vibrando…
Volviendo a lo opuesto del amor, he dejado claro que ya no pienso que es el odio… desde hace mucho siento que es el miedo. El miedo es lo que nos hace actuar de forma contraria a si le diésemos rienda suelta al amor.
Tenemos miedo a mostrarnos tal cual somos, tenemos miedo a no ser aceptados, tememos el que haya alguien mejor que nosotros, no ser suficientes, no aprender lo necesario, llegar al final de nuestros días sin haber cumplido nuestro propósito, incluso tememos el no haber hallado nunca aquello que le dé mayor sentido a nuestra existencia.
Es el miedo el que a diario nos dicta pautas que nos alejan del amor, del amor por nosotros mismos y del amor que podemos sentir hacia nuestro mundo exterior.
Esa emoción primitiva de alguna manera nos define y prácticamente nos coloca los barrotes de nuestra propia celda. Fuera de ella está el vivir libremente, el vivir en amor, sintiendo confianza y aceptación por quienes somos, entendiendo que nada es permanente y que hay suficiente para todos. Suficiente amor, suficiente riqueza, suficiente espacio…
No permitas que tu motor sea el miedo, porque a través de él solo cortarás tus alas y te perderás de las experiencias más maravillosas de la vida. Donde realmente hay amor, no hay miedo, podemos mostrarnos tal cual somos, podemos entregarnos plenamente sin temer salir lastimados, apreciamos las cosas mientras duren, llevándonos el recuerdo y la experiencia si llegan a su fin, podemos dar espacio y la libertad que le corresponde a quien amamos, porque entendemos que si alguien quiere estar con nosotros, su justificación debe ser el amor, no nuestro miedo o nuestro control.
El amor es sinónimo de todo lo maravilloso, de la paciencia, de la compasión, a través del amor crecemos y nos volvemos cada día mejores seres humanos. Por otra parte el miedo nos inclina a comportarnos y a tomar decisiones desde el ego, nuestro amigo constantemente presente que siempre se siente amenazado, herido, insuficiente e inconforme, aquel que siempre nos inyecta el miedo y nos convence de que sintiéndolo y actuando en consecuencia, será la única manera de que podamos avanzar seguros por la vida… Pero no te dejes engañar, el amor une, mientras que el miedo separa.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.com
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