El paquete de galletas es una reflexión que nos habla sobre lo negativo que puede ser juzgar apresuradamente a los demás.
Por lo general, muchos de nosotros alguna vez hemos emitido juicios contra otras personas, sin antes saber qué hay detrás de sus acciones o su personalidad. En algunos individuos, este mal accionar suele ser aún más acentuado y constante.
Ahora bien, este comportamiento negativo tiene una razón de ser. Puede deberse a la forma en cómo hemos sido educados. A la forma en cómo vemos el mundo, o en los ideales y creencias que se nos han inculcado, y que por supuesto, hemos aceptado como válidos.
En primer lugar, vamos a hacer un ejercicio de reflexión.
Pregúntate lo siguiente… ¿Alguna vez has emitido algún juicio contra alguien más, de buenas a primeras, sin antes ponerte a pensar o analizar qué hay detrás? ¿Consideras que este comportamiento es constante en ti?
Interioriza tus respuestas y ahora sí, procede a leer esta corta historia:
Un día, una señora regresaba del trabajo y llegó a la parada de autobús. Sin embargo, se le había hecho tarde y el próximo autobús pasaría en 30 minutos, así que, fue a una tienda y compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua.
Mientras esperaba el autobús se sentó a leer la revista. En ese momento, se acercó un joven y se sentó junto a ella. La mujer pudo notar de reojo que el joven tomaba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comer las galletas una a una despreocupadamente. Indignada, la mujer no creía lo que estaba pasando, pero no quería ser grosera; pensó que tal vez el joven tenía problemas.
Para que entendiera que lo que hacía estaba mal, la señora tomó una galleta y mirando fijamente al joven, la comió. En respuesta a lo que había hecho, el joven tomó otra galleta y mirando a la mujer con una sonrisa en su rostro, la metió en su boca.
Ahora la mujer estaba un poco más enojada. Tomó entonces otra galleta y con obvias señales de rabia, la comió mirando fijamente al muchacho. Esta dinámica continuó por un largo rato. La mujer comía con enojo y el joven solo sonreía mientras masticaba las galletas.
Una a una se fueron acabando las galletas, hasta que solamente quedó una. La mujer lo notó y pensó: “No es posible que este sinvergüenza se lleve la última galleta”.
Y así fue, el joven estiró su mano y tomó la última galleta, pero antes de llevarla a su boca, la partió a la mitad y con un gesto de amabilidad le ofreció un pedazo a la mujer.
—¡Gracias! —dijo con gran enojo e ironía la mujer, mientras tomaba la media galleta con rudeza.
—De nada —contestó amablemente el joven.
De repente, llegó el autobús que esperaba la mujer, y esta subió a él furiosa. Desde la ventanilla vio al joven todavía sentado en la parada y pensó: “¡Vaya descarado! ¡Que mala educación tiene la gente hoy en día!”.
De pronto, sintió la boca reseca por todas las galletas que había comido y decidió abrir su bolso para sacar la botella de agua. Y para su sorpresa, en él encontró su paquete de galletas aún intacto. Después de todo, ella había sido la mal educada y había juzgado erróneamente al joven.
Como te comenté al principio, a veces nuestros prejuicios internos nos hacen valorar o calificar erróneamente a los demás de manera apresurada. Quizás por una cuestión de desconfianza o porque nuestras creencias así nos lo han impuesto.
No obstante, antes de juzgar a alguien siempre ten en cuenta lo siguiente:
Y bueno, hasta aquí esta corta reflexión. Aprovecho de recordarte que aquí en este espacio podrás encontrar talleres y cursos que te ayudarán enormemente en tu crecimiento personal y espiritual, así que, ¿qué esperas? Suscríbete a ellos y obtén lo mejor para tu vida.
Gracias por leer este post. Saluditos.
Por: Adrian Alberto ∼ reencontrate.guru
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