En lo particular considero que todos tenemos nuestro toque de toxicidad, que se potencia o disminuye dependiendo de la relación y los diversos detonantes que puedan existir. También considero que cuando los niveles de toxicidad son altos en una relación ambas personas contribuyen de forma importante, porque no atraemos a nadie que no sintonice en la misma frecuencia que la nuestra.
Una conducta tóxica es aquella que envenena la relación y muchas veces sin darnos cuenta, podemos ser nosotros los que estemos contribuyendo en mayor medida con ese veneno.
La suma de estas actitudes nos habla de una conducta predominantemente tóxica, muchas veces cuando somos tóxicos no lo percibimos o responsabilizamos al otro de nuestra conducta. Yo hago esto, porque esa persona hizo o hace tal cosa. Pero resulta que si no tuviésemos eso por dentro no podríamos asumir ese papel de tóxico con facilidad. Si exteriorizamos toxicidad, es porque ello está en nuestro interior y nos hemos topado con una persona que nos facilita que podamos esparcir el veneno.
No podemos responsabilizar a la otra persona de lo que nosotros hacemos. Cada persona es como es y cada quien decide con quien quiere estar. Si estoy con una persona que por ejemplo le cuesta ser fiel o no se siente a gusto con el compromiso y nosotros no nos sentimos cómodos con esa conducta o forma de ser, lo sano es marcharnos y no querer vivir controlando, vigilando o juzgando a otro.
No importa lo que hagamos si el otro tiene una manera de ser, solo la cambiará si eso nace de sí mismo, podemos estar en el nivel más alto de toxicidad, pero eso no va a resolver el problema. Cada quien es como es y mientras más intentemos controlar, más desgastados nos vamos a sentir.
Entendamos que no es lo que hace el otro lo que debemos controlar, sino lo que nosotros somos, pensamos y sentimos que es lo que hace que ciertas experiencias se estén manifestando en nuestras vidas. Mientras más nos aferramos a la desconfianza, a los celos, a situaciones de traición, más de eso anidaremos.
Ocupémonos de identificar si estamos siendo “tóxicos” y miremos hacia adentro, que es allí donde está el problema. Una vez que logramos revisar nuestro amor propio, las creencias que tenemos acerca del amor, qué patrones podemos estar repitiendo e inclusive con quién de nuestro árbol genealógico estamos siendo afines. Podremos darnos la tarea de romper creencias, soltar actitudes y conectarnos con relaciones más sanas, incluso algunas veces con la misma persona con la que hoy mantenemos una tóxica relación.
Entendamos que el otro es el simple reflejo de nuestra relación a esa persona la atrajimos y aunque evidentemente no está bien tolerar situaciones que nos hagan sentir mal, debemos entender la raíz del asunto, que nunca está afuera. Siempre tenemos la solución dentro de nosotros mismos.
Una vez que nos reconciliamos con el amor, que nos sentimos bien con quienes somos, que nos sabemos suficientes, que nos sentimos merecedores de un amor sano, nuestras relaciones muestran el reflejo de ello y hasta allí llega la toxicidad.
Ser una persona tóxica envenena todo alrededor, nos aleja de quienes amamos, pero lo principal es que nos aleja de nosotros mismos. Nos dispersa de lo importante y nos hace ocupar nuestra mente en problemas que volvemos una gran bola de nieve de la cual nos puede costar mucho salir. Escuchémonos y atendámonos cuando la tendencia sea ubicarnos alejados de nuestra paz, entendiendo que nuestra prioridad siempre, siempre, debe ser nuestra conexión con el bienestar.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.guru
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