Me miro al espejo y cada día me cuesta menos encontrarme. Creo que es porque me he quitado de encima muchas de las capas, que solo estaban allí para complacer a los demás. Alguna incluso la llevaba conmigo porque representaba aquello que la razón me decía que debía ser, pero gracias al corazón, de tanto insistir, terminé por desechar… Cada día me gusta más en quien me estoy convirtiendo.
Cada día siento que estoy más cuando me necesito, que no tengo que tomar unos binoculares para alcanzar a ver en qué posición de mi propia lista me encuentro… Quizás aún hay cosas, personas o situaciones que me roban protagonismo, pero les dedico mi atención con tanto gusto, que no me pesa en lo absoluto.
He aprendido algo muy importante: he aprendido a soltar… O bueno, para ser honesta, aún lo estoy aprendiendo, pero me pongo de cara al dolor puntual, que me genera alejarme de lo que me roba mi energía vital y lo prefiero ante aquello que me lastima de manera constante.
No espero que nadie celebre mis logros. Yo soy la primera en reconocerme, en valorarme, en sentir que lo hice lo mejor que pude y que di lo mejor de mí… Si quienes están cerca lo valoran, me parece magnífico. Pero si no, no le dedico mayor atención al hecho.
He aprendido a no tomarme las cosas de forma personal, lo que los demás me ofrecen corresponde a ellos y lo que llevan dentro. Trato de mirar si hay algo allí de mí que no logre identificar y que me ayude a conocerme. Descarto la idea de que alguien esté haciendo algo para dañarme, cada quien está en su proceso con sus muchas o pocas herramientas y todos estamos más o menos en lo mismo, buscando ser felices, sentirnos bien, seguros, etc…
De allí mi empatía se ha desarrollado mucho más y miro desde otra perspectiva las acciones de los otros. A su vez esto me ha permitido evitar los juicios y las críticas. Dependiendo de cuánto me afecten las acciones de otro, decido permanecer o alejarme. Pero sin esperar mucho de la otra persona, sino asumiendo las consecuencias de mi decisión y me estoy convirtiendo en alguien con mejores criterios de selección y a su vez con mayor aceptación.
He aprendido a amarme podría decir que de forma incondicional. No puedo decir que ya no me señalo, pero cada vez lo hago con mucha menos frecuencia y mayor sutileza. Todos nos equivocamos y eso es parte del proceso de crecimiento, lo importante es no castrarnos y no castigarnos por lo que hacemos, sino utilizar cualquier experiencia para ser cada día mejores.
Estoy aprendiendo a despedirme de la necesidad de controlar, ésa es la única manera en la cual realmente tomamos control. Esto para mí es lo más complicado, pero cuando permites a los demás ser y dejas de lado tus expectativas, cada cosa parece ubicarse en su verdadero lugar y finalmente encajan. El cortar las piezas para que encajen donde queremos que estén, puede ser incluso deshonestos con nosotros mismos y más adelante nos daremos cuenta de que nos saboteamos el juego forzando un resultado. Me estoy convirtiendo en alguien capaz de confiar y esperar el mejor resultado posible.
Me di cuenta que el tiempo pasa extremadamente rápido, así que evito dedicarle tiempo a lo que no me llena, a lo que no me gusta y mi tiempo procuro dedicarlo a lo que amo, incluyendo a mis personas especiales. Tengo mi mente enfocada en lo que quiero, detecto rápidamente cuando me desvío de mi bienestar y trato en lo posible de tomar acciones. Estoy más consciente de lo fugaz de la vida y eso no me hace ir más deprisa, por el contrario, es como si me tomara una copa de un excelente vino, lo disfruto sorbo a sorbo, me percato de él, no lo doy por sentado y sobre todo: lo valoro y lo agradezco.
Cada día me enamoro más de mí, me cuido y me respeto más, espero menos de los demás e irónicamente, recibo más de lo que un día me senté a esperar.
Éste es mi proceso, me estoy convirtiendo en mi mejor versión y lo estoy disfrutando segundo a segundo… ¿Y tú, estás disfrutando el tuyo o lo estás padeciendo?
Por: Sara Espejo – Reencontrate.Gurú
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