En la vida nos vamos a encontrar todo tipo de personas y cada una de ellas, hará una contribución a lo que de alguna manera somos. El ser una “buena persona”, es una “decisión”, que no solo beneficiará a quienes nos rodeen, sino que lo hará de forma principal, a nosotros mismos.
Resulta de vital importancia tener un poco de control sobre lo que permitimos que pase en nosotros como consecuencia de la influencia de alguien más.
Algunos de nosotros nos hemos visto en la posición de cuestionarnos lo que le hemos ofrecido a alguien y que esta persona no ha sabido valorar. De forma adicional nos podemos ver tentados a adoptar algo que quizás no nos pertenece, buscando adaptarnos a un mundo que no nos ha respondido como nos gustaría.
Si aquello que estamos considerando adoptar para nuestras vidas, no suma algo positivo, no nos hace mejores personas o no nos enorgullece… No a nuestro ego, sino a nuestra verdadera esencia, entonces estaremos haciendo una pésima adquisición.
Debemos procurar siempre que nuestras experiencias nos nutran, que lo que dejan en nosotros sea convenientemente filtrado para que nos favorezca y no lo contrario.
Sí, podemos pensar que si nos hacemos más duros, más insensibles, menos empáticos o bondadosos, esto puede verse reflejado en ganancias o bien actuar como una especie de escudo protector. Y efectivamente ciertas actitudes pueden mantenernos alejados del dolor, pero también lo harán del amor y no importa lo que haya pasado, si optamos por convertirnos en alguien que no somos, que no es en lo absoluto nuestra mejor versión, las experiencias que atraeremos no nos darán satisfacción.
Cuando nos decepcionamos de alguien, lo cual suele ser un detonante para desear dejar de ser “buenas personas”, estamos viendo el panorama desde una visión cerrada, en la cual nos colocamos en el centro del huracán que no necesariamente nos pertenece. El tomarnos las cosas a modo personal, nos hace vulnerables a heridas, muchas veces evitables.
La decepción está ligada a las expectativas que tenemos sobre algo o alguien y ello solo es una construcción personal. En algunas oportunidades las expectativas serán cubiertas y nos sentiremos satisfechos y en otras no y nos sentiremos decepcionados.
Si dejamos de lado el esperar del otro, podemos evitarnos algunos dolores de cabeza. Es complicado, porque depositamos expectativas en todo y lo hacemos desde lo que somos, desde nuestra realidad. Pero todo el mundo tiene una realidad particular y el hecho de que sea diferente a la nuestra no significa que esté bien o mal… Hay mucho de relativo en todas las relaciones interpersonales.
Esta experiencia es individual, nadie puede crecer, ni sentir, ni crecer, ni amar, ni sufrir, ni ser feliz por nosotros. Y lo que cada uno alimente en su interior le pertenece a cada quien. Todos tenemos un poco de todo, pero depende de cada quien a qué le da fuerza.
Todos tenemos una “buena” o una “mala” persona en desarrollo y/o ejecución y el poder decidir en quien nos convertimos a cada paso no debe tener que ver con los demás. De cualquier manera esto va más allá de lo racional, podemos querer ser malas personas, pero si eso no coincide con nuestra esencia, se nos hará bastante complicado.
Evidentemente podemos llevar a cabo acciones que estén guiadas por nuestro ego y es acá donde racionalmente debemos poder filtrar y entender que convertirnos en lo que nos hizo daño no aliviará el dolor. La venganza, el dejar nuestras bondades a un lado, el evitar hacer el bien porque alguien no valoró lo que somos, no nos hará sentirnos mejor.
Por el contrario, si nos proponemos ser cada día mejores, si nos enfocamos en ser “buenas personas”, independientemente de lo recibimos, estaremos invirtiendo en nuestro futuro y en lo que recibiremos. Porque sin duda lo que sembramos, es lo que cosechamos, aun cuando no sea en el tiempo, ni de las personas que esperábamos.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.com
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