No obligues a nadie… Obviamente todos tenemos preferencia en cuanto a lo que deseamos obtener de alguien, solemos llamarlo expectativas, que normalmente están asociadas a como somos nosotros y cómo actuaríamos ante determinadas situaciones.
Pero es necesario entender que no somos iguales, que cada quien tiene una manera de procesar la información de acuerdo a su sistema de creencias, que todos tenemos prioridades particulares y cada uno de nosotros siente de un forma en particular.
No esperar algo de alguien, en especial de alguien que queremos en nuestras vidas, puede resultar complicado. Pero resulta doloroso esperar cosas que no llegan y desilusionarnos. Así que debemos encontrar un punto de equilibrio en donde sintamos cierta comodidad en donde aligeremos nuestras expectativas y entendamos que cada quien está en su derecho de tomar las decisiones que le involucren.
Siempre hay opciones si lo que recibimos no nos satisface. Nos quedamos si podemos estar en paz con lo que llega a nuestras vidas, incluso siendo distinto a lo que nos gustaría. Nos retiramos y damos espacio a algo que tenga más relación con lo que deseamos recibir y quizás estemos dispuestos a dar.
Lo que no conviene en lo absoluto es quedarnos en guerra con la realidad, pretendiendo forzar o cambiar al otro, para que se adapte a lo que deseamos. La gente es como es, no digo con esto que no pueda cambiar, pero si el cambio no es algo que salga de su interior, no será un cambio real. Solo será un mecanismo de adaptación, por complacernos, por evitar un problema, por actuar como se sugiere es mejor, pero esos cambios sugeridos por el entorno tienden a revertirse con facilidad y termina por salir a la luz la realidad de quien se es.
No nos sentimos cómodos cuando obligamos a alguien a hacer algo, esa persona tampoco está a gusto. Las cosas deben fluir con naturalidad y cada quien decidir hacer algo porque de su interior nace y siente que es lo que puede ofrecer el mejor resultado posible.
A fin de cuentas la gente hace lo mejor que puede con lo que tiene, con lo que sabe. Nadie con una salud mental promedio, va por la vida actuando con la finalidad de hacerle daño a otros, lamentablemente eso no sirve de garantía para evitar los males, pero al menos aligera un poco los efectos, el entender que raras veces el daño que alguien nos ha propinado, ha sido intencional.
Si algo no te gusta en tu mundo exterior, no lo corrijas allí, no tiene sentido. Ve adentro, ve qué estás proyectando que está atrayendo a tu vida ese tipo de situación. Cuando generamos cambios en nosotros, lo demás cambia, nuestra realidad cambia y se produce como una respuesta más natural el que recibamos aquello con lo que nos sentimos a gusto.
No pelees, ni te resistas, desiste de obligar a alguien a hacer aquello que consideras es necesario o te demuestra de alguna manera qué posición ocupas en la vida de alguien. Comienza por darte tú las respuestas que buscas que otro te dé, por ser tu prioridad, por entregarte sinceramente y no de manera estratégica, pensando en los próximos movimientos.
Pregúntate qué tan satisfactorio puede ser obligar a alguien a hacer lo que según tú debería fluir de forma natural. ¿Qué grado de satisfacción generará en ti, a sabiendas de que si no lo hubieses obligado o presionado, no lo hubieses obtenido? En términos generales, aunque tu ego se sienta aliviado por dar con el objetivo, en el fondo sabes que no debería ser tu rol el de garante de cumplimiento de acciones, sino de quien recibe lo que está en armonía con su ser. Ocúpate en ello entonces.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.gurú
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