Perdonar como quizás hayamos escuchado, es un regalo que nos damos a nosotros mismos, sin embargo no existe una fórmula mágica para que eso ocurra.
El sentirnos ofendidos y dolidos nos mantiene en una posición que consciente o inconscientemente podemos considerar un arma para devolver algo del daño que recibimos del otro… Incluso cuando no tengamos ningún alcance a manifestar nuestro sentir a la otra persona.
Eso nos hace tener cierta resistencia a perdonar, sin embargo resulta de mucha utilidad darnos cuenta de que los únicos realmente perjudicados somos nosotros.
Cuando guardas rencor, quieres que el dolor de otra persona refleje tu nivel de dolor, pero ambos raramente se encuentran. Steve Maraboli
El perdonar no libera al otro de la responsabilidad que asumimos que tiene sobre cómo nos hizo sentir. Lo que ocurrió, ocurrió y no hay manera de cambiarlo. Pero sí podemos decidir si vamos a permitir que eso siga haciéndonos peso y lastimándonos o si nos vamos a liberar de esa carga.
No es un favor que le hacemos al otro, es un favor que nos hacemos a nosotros, permitiéndonos ver las cosas desde otra perspectiva y asumiendo el control sobre cómo nos sentimos al respecto.
Lamentablemente no tenemos un borrador que podamos aplicar selectivamente sobre nuestras memorias y tomar aquello que nos lastima y simplemente eliminarlo. No vamos a olvidar una ofensa, un engaño, una humillación, pero sí podemos ser capaces de perdonar y con ello liberarnos de la rabia, de la frustración, del dolor que nos produce recordar el hecho en cuestión.
Ciertamente hay algunas terapias que pueden trabajar a nivel inconsciente, que cuando tenemos la intención de perdonar nos pueden resultar útiles. Sin embargo, el proceso consciente puede tomar protagonismo y ayudarnos a desligarnos de cualquier dinámica dolorosa de nuestro pasado.
Pues llegar aquí es un paso que nos puede costar muchísimo dar, sin embargo, les mostraré dos argumentos bastante válidos, que para mí resultan de utilidad en mis procesos personales.
Sí, todo lo que nos pasa, lo que nos gusta y lo que no, es nuestra creación, así que si me ocurrió algo que me lastimó, pues fue porque yo lo atraje a mi vida… ¡Qué fuerte! ¿no? Es así, si te asaltaron, si te fueron infiel, si te lastimaron… lo atrajiste tú a tu vida. ¿Cómo? A través de tu vibración y de tu enfoque.
¿Cómo cambiamos lo que atraemos? Cambiando nuestras creencias y permitiendo el bienestar que por naturaleza nos corresponde. Pero para fines de esta entrada, lo trascendental es entender que no hay nada que perdonar, porque lo que vivimos lo creamos nosotros, que estamos en un proceso de vivir determinadas experiencias que nos harán irnos de acá con el alma más nutrida.
Cada quien está en su propio proceso, al igual que nosotros, todos los demás actúan en pro de sus intereses, de lo que lo ayude a sentirse mejor, de lo que crean que les da paz… Todos tomamos decisiones, que en su mayoría no buscan dañar a alguien, aunque sea un efecto colateral.
El desligarnos del ego, del me hizo, me quitó, me puso, me mintió… Y tratar de ver las cosas desde la perspectiva del otro, tratar de entender su realidad y el por qué actuó de una determinada manera, nos permite ampliar nuestra perspectiva y salirnos un poco de la posición de víctimas, para asumir una de mayor sabiduría.
A veces al aplicar la empatía, nos damos cuenta de que quizás estando en la realidad del otro, nosotros hubiésemos hecho lo mismo. Lo común es que digamos yo jamás habría hecho eso en su lugar… Y bueno asumamos que realmente no lo habríamos hecho, pero entendamos que cada quien actúa desde lo que es, de lo que tiene para dar, inclusive desde sus miedos e inseguridades.
A fin de cuentas nadie es perfecto, todos vamos haciendo cosas que lastiman, respondiendo inadecuadamente, mintiendo, maltratando a los demás… Y quizás es la magnitud o la reacción que generamos en el otro, lo que nos da la consciencia necesaria para reconocer nuestras acciones y en algunas oportunidades nos perdonarán y en otras no y debemos ser responsables de nuestras acciones, buscando resarcir en lo posible lo que podría llamarse un error, porque en definitiva no podemos cambiar el pasado.
El perdón es propio de cada uno de nosotros, cuando perdonamos a alguien, incluso cuando nos perdonamos a nosotros mismos, cambiamos nuestras vidas. Aprendamos a mirar más allá del bien y el mal, del deber ser y de las ideas preconcebidas… Y entendamos que cada quien está en su proceso personal, que merece ser visto con compasión por el simple hecho de que nosotros también estamos en el nuestro y también nos equivocamos. Perdonar no es otra cosa que colocar amor, donde hay dolor, especialmente amor por nosotros.
Sabrás que has perdonado cuando al recordar no ya no sientas dolor.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.guru
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