Muchas veces perdemos mucha energía y tiempo pensando en esa persona que no nos agrada. Le damos vueltas en nuestra cabeza, pensamos una y otra vez en lo que hizo o dijo, criticamos y juzgamos su proceder e incluso imaginamos las respuestas que debimos haber dado o las que daremos en escenarios ficticios.
Quizás esa persona no invierta ni un segundo de su existencia pensando en nosotros, mientras que estamos de este lado desgastándonos y mal invirtiendo nuestros recursos.
Observar de manera objetiva por qué no nos agrada esa persona, más allá de las pasiones y los impulsos, incluso de la intuición. Mirar qué puede haber de esa persona en nosotros que nos esté generando algún choque. Quizás no somos muy diferentes a esa persona, quizás esa persona tiene algo que quisiéramos tener nosotros, quizás nos hizo algún daño o a alguno de nuestros afectos.
En cualquier caso, debemos ver qué debemos trabajar en nosotros mismos, inspirados en ese rechazo que sentimos. Si somos honestos, a veces podemos darnos cuenta de que inclusive podemos estar sintiendo algo de celos o envidia, por algo que perdimos o no hemos llegado a obtener y esto debe impulsarnos a resaltar nuestras capacidades, a plantearnos metas y planes para obtener lo que queremos. De cualquier manera siempre podemos obtener lo que queremos, pero debemos derribar los obstáculos mentales que nos colocamos.
En otras ocasiones podremos notar que el rechazo viene dado porque esa persona se parece mucho a nosotros, en aquello en lo que no nos sentimos tan a gusto y se nos facilita verlo en el otro, pero no lo hacemos con nosotros mismos. Debemos entonces utilizar ese espejo para aceptar y mejorar en nosotros aquello que nos incomoda en el otro.
Algunas veces nos damos cuenta de que esas personas solo nos desagradan por acciones u opiniones de terceros. Nos solidarizamos con una posición que no nos pertenece o bien preferiríamos a esa persona lejos de la vida de alguien que sentimos cercano y cuando lo evaluamos nos damos cuenta de que no hay por qué sentir desagrado.
Cuando observamos al otro y nos reflejamos en él, la mayoría de las veces, eso que no nos agrada tiende a desaparecer, mayormente porque nos damos cuenta de que el problema es nuestro, de que la otra persona solo está siendo el canal para que pongamos en orden cosas en nuestro interior. El ser objetivos, honestos, empáticos y hasta compasivos de seguro nos va a ayudar a eliminar emociones y sentimientos hacia cada una de las personas que nos rodean, en especial aquellas que nos desagradan.
Pero si aun con un trabajo propio realizado, seguimos sintiendo desagrado o rechazo, la segunda cosa que debemos hacer, es ignorar a esa persona. No darle mayor fuerza o cabida en nuestras vidas y en especial en nuestras mentes. Mientras mayor sea la atención que le demos a alguien en nuestra mente, mayores serán los efectos de sus acciones en nuestras vidas.
Ignorar es la manera más sencilla de hacer desaparecer aquello que nos disgusta. Tenemos una vida completa con miles de cosas que atender y en qué enfocarnos. Somos nosotros los que decidimos hacia donde dirigimos nuestra atención. Hacerlo hacia lo que nos contamina y nos hace sentir cargados de negatividad no es la elección más inteligente, ni más sana.
Imagina algo productivo que puedas hacer en lugar de estar pensando en esa persona que no te agrada, escribe un mensaje positivo para ti o para alguien, medita algunos minutos, haz una serie de abdominales, lee algunas páginas de un libro. En fin, invierte tu tiempo en lo que te genere beneficio, no en algo que te drena tu energía y te perjudica.
Así que ya sabes qué puedes hacer con esas personas que no te agradan… y cómo puedes sacar mayor provecho de tu tiempo. ¡Adelante!
Por: Sara Espejo – Reencontrate.com
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