A veces no notamos que estamos rodeados de barrotes que nosotros mismos hemos ayudado a colocar. Tal como dice una frase: si no nos movemos, no sentimos las cadenas. Podemos tenerlas allí pero si no hacemos nada que rete el espacio o la movilidad que nos permiten, no sentiremos que están allí. Es cuando pretendemos avanzar, cuando queremos expandirnos o cuando queremos ir por más que podemos notar que algo no nos da libertad de acción.
De alguna manera u otra resultamos siendo esclavos de algo, de un trabajo, de una relación, de la casa, de la carrera, de una enfermedad, del qué dirán. Por algún punto seremos más susceptibles a están anclados o esclavizados a una situación, persona o lugar.
Incluso esos amantes de la libertad, tienen tanto miedo al compromiso, que se esclavizan a una vida superficial, a esconder sus sentimientos y a conformarse con relaciones que no tienen mucho que ofrecer.
A veces por rebeldes y por querer romper las cadenas de un extremo, terminamos por tomar el otro extremo y colocarnos nosotros mismos las esposas o algún grillete, convirtiéndonos en un esclavo. La libertad es un estado mental, en el cual, lo que realmente sobresale y se lleva gran parte del mérito, es poder ser quienes somos, sin sentir que la opinión de los otros puede afectarnos de manera negativa.
Entender que cada quien es como es y que no vamos a poder complacerlos a todos, es también una manera de liberarnos, en especial de la necesidad de ser aprobados por todos los ojos que nos miran y tienen alguna expectativa con respecto a nosotros.
Solo tenemos un espacio de tiempo limitado para desarrollarnos, para alcanzar nuestros sueños, para amar, para que nos amen… No debemos perder mucho tiempo con nada que nos esclavice y nos robe la energía.
Tenemos que ser capaces de romper cadenas, que nos hemos encargado de colocar, bien sea por dejarnos llevar, por no establecer límites, por no poder decir que no, por comodidad o por pereza, pero nada de eso puede resaltar si lo que nos estamos jugando es nuestra propia vida.
Hoy en día nos esclavizamos a cosas que antes jamás pudimos haber imaginado, una red social, una apariencia pública ante personas a las que muy probablemente ni le importamos, un video juego… Y el tiempo no se detiene. ¿Crees que pasar horas detrás de un móvil podría colocarte en una posición más cercana a alcanzar tus sueños? Pues habría maneras de canalizar esa energía y ese tiempo, pero la respuesta que va a predominar si somos honestos, es no.
Lo bueno es que cada segundo también representa una oportunidad para tomar caminos diferentes, para decirnos a nosotros mismos que queremos un cambio. Una cárcel por linda que se vea y muy bien que nos traten, no deja de privarnos de libertad y es nuestra responsabilidad salir de ella, mucho más si nos hemos metido allí, hemos cerrado la reja y hemos arrojado la llave muy lejos.
Hay un mundo esperando lo que tenemos para dar, que mostremos nuestro potencial, que llevemos a cabo nuestros planes y alcancemos nuestros sueños. Hay un mundo esperando conocer la mejor versión de cada uno de nosotros y un YO que nos intenta decir cuál es la ruta para salir de la esclavitud a la que nos hemos sometido.
No tienes que ser el esclavo de nadie, ni siquiera el de tu mente, que es la primera en ofrecerte tu kit básico para el sometimiento y la sumisión. Rebélate y deja a tu ser expresarse, corta con todo lo que te esté atando a una situación que no te permita crecer, que te conecte con el malestar o donde resultes lastimado con frecuencia.
La vida es para vivirla en libertad, asumiendo los compromisos desde el corazón, desde donde no se colocan cadenas, sino lazos con lo que amamos y que jamás nos llevarán a un estado de esclavitud.
Permítele la entrada a la libertad, que ella opera como la luz ante la oscuridad, cuando la dejes pasar, cuando no quieras ser más un esclavo, las cadenas se romperán.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.gurú
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