Si quieres sentir la vida, entonces debes quitarte la armadura
Muchas veces los golpes y las heridas, nos invitan a diseñarnos la armadura perfecta que nos proteja a cada paso que damos de cualquier riesgo, especialmente emocional que podemos correr.
Ciertamente la armadura nos va a proteger, nos va a hacer sentir seguros, pero también nos hará aislarnos y nos desconectará de cualquier otra experiencia que esté asociada al sentir. Porque la armadura no selecciona lo que deja pasar y lo que no, simplemente nos isla de todo lo que potencialmente pudiese dañarnos.
Y la verdad es que cualquier cosa que podamos sentir nos coloca en riesgo de salir lastimados. Pero también de experimentar momentos de gran dicha, de satisfacción, de crecimiento, de autoconocimiento, ¡de vida misma!
¿Qué tanto somos capaces de sacrificar por miedo a resultar lastimados?
A veces nos colocamos una armadura y ni siquiera hemos vivido una mala experiencia, simplemente hemos oído a alguien que sí lo ha hecho o hemos leído una historia que no queremos encarnar. Nos vemos reflejados en otros rostros, que nos hacen temerle a sentir y nos perdemos de la experiencia realmente importante de la vida.
Puede que sea nuestro pasado, lo que nos haga querer alejarnos de cualquier contacto, pero debemos aprender a no generalizar, a entender que no todo está condenado a repetirse y sobre todo debemos entender que mientras menos queramos algo, más lo vamos a atraer, mientras más evitemos una situación, la vida nos la va a presentar con mayor fuerza.
Y si no queremos atraer sufrimiento a nuestra vida, derivado del sentir, pues será necesario que nos quitemos las ideas de que ése será el resultado de nuestras relaciones, de nuestros acercamientos, del entregarnos al amor.
¿Si no vamos a amar, realmente queremos estar acá?
Vivir sin amar no tiene ningún sentido, es como sentarnos en una mesa con una gran variedad de platos, dulces y salados, los que más nos gustan, los que nunca hemos probado y decir que no vamos a comer.
Amar es una necesidad básica, así como en algún momento un platillo pudo habernos causado algún malestar o intoxicación, pero seguimos comiendo y disfrutando de la comida. Así como sabemos que alguien es alérgico al chocolate, pero aun así, nosotros no podemos vivir sin él, de esta manera debemos asumir el amor.
Alguno nos intoxicará, nos hará retirarnos un poco del juego, pero no podemos vivir o no debemos vivir sin amor, es lo más importante que vinimos a sentir. Existe una gran variedad de maneras de amar, de seguro en alguna vamos a sentirnos cómodos, protegidos. Algunos brazos nos darán la protección que pensamos hallar en la armadura, normalmente para no salir lastimados, esos brazos deben ser los propios, sumados a los que quieras… Pero si sales lastimado, hecho trizas de algún amor, lo vas a superar, te vas a sentir mejor, pero no te coloques a dieta de volver a amar, porque es lo más cercano a morir en vida.
No la necesitas…
Si estás usando una armadura, te recomiendo quitártela y dejar que si hay heridas terminen de cicatrizar, mira la vida sin esa supuesta protección, que solo le quita la alegría a la vida, la gasolina… Tienes mucho que dar y mucho que recibir. Te aseguro que si lo pones en balanza, incluso tras una mala experiencia, será más lo que hayas ganado que lo que hayas perdido.
En el amor no se pierde por darlo, pero sí perdemos cuando nos lo guardamos, cuando nos negamos a recibirlo, cuando lo despreciamos y pretendemos convertirnos en personas que a través de una coraza se despiertan cada día tratando de encontrar un propósito a su vida que realmente alimente su alma… En definitiva, si pretender sentir la vida, deberás quitarte la armadura.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.guru
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