Las 5 heridas emocionales del alma ¿Cuál te identifica?
Según Lise Bourbeau, autora del libro “ Sana tus heridas y encuentra tu verdadero yo ”, existen 5 grandes heridas emocionales que todos enfrentamos a diario: Estas son: heridas del rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injusticia.
Todos cargamos con creencias, miedos y emociones que son responsables de la mayoría de nuestros problemas. Estos sentimientos se generan en la infancia, a partir de la relación con el padre o la madre.
A lo largo de la vida, creamos mecanismos de defensa para protegernos de este dolor, y luego desarrollamos máscaras para fingir que no existe ese dolor. Esto nos cobra un precio muy alto, ya que dejamos de ser quienes realmente somos.
5 heridas emocionales del alma que reflejan nuestra forma de ser.
De acuerdo a las descripciones detalladas de las heridas y sus correspondientes máscaras, el autor muestra cómo estas pueden reflejarse en nuestra personalidad e incluso en la forma de nuestro cuerpo.
Al identificar las heridas que llevamos arrastrando desde la infancia, podemos descubrir el origen de las dificultades a las que nos enfrentamos de forma recurrente en nuestra vida. Entendiendo esto podremos emprender un viaje de sanación, aceptando las experiencias del pasado y perdonando todos los aspectos de nosotros mismos que nos causan discordia.
Nuestros problemas físicos, emocionales y mentales son el resultado de esas cinco heridas, y cuando se activa una de estas lesiones, adoptamos una máscara, es decir un comportamiento que realmente no se corresponde con quiénes somos.
Las máscaras son expuestas en la morfología de la persona. El cuerpo es tan inteligente que siempre encuentra la manera de hacernos saber dónde está nuestro sufrimiento y qué necesitamos mejorar. El cuerpo es el único lenguaje que no miente, sobre todo la mirada.
Como no sabemos cómo lidiar con estas heridas, desarrollamos diferentes máscaras para ocultarlas, creyendo que, de esta manera, desaparecerán. Pero con el tiempo, estas heridas se vuelven aún más profundas y obstaculizan nuestra salud, nuestras relaciones y nuestra felicidad… ¡Y nos distancian de quienes realmente somos!
Conoce las cinco heridas e identifica la tuya:
En el caso de tener varias lesiones emocionales, el cuerpo expresará primero la lesión predominante a nivel psíquico. Por lo tanto, el cuerpo tendrá una morfología general asociada con la lesión principal, al tiempo que permitirá vislumbrar en menor medida las otras lesiones en las partes más localizadas del cuerpo. La lesión más llamativa es la que la persona sufre con más frecuencia y con mayor intensidad.
1. Rechazo:
Las heridas emocionales del rechazo se generan desde el momento de la concepción, hasta el primer año de edad. Se vive, principalmente, con el progenitor del mismo sexo. El sentimiento es de no aceptación, sentimiento de que el cuidador no lo acepta completamente. Esto puede suceder por motivos masculinos, por ejemplo, cuando la madre acaba de dar a luz y tiene mucho dolor y no puede sostener al bebé, o en el caso de una depresión por parte de los padres. Las personas con esta herida pueden aislarse, o cuando son rechazadas en la vida adulta suelen hacer un corte definitivo o desaparecer.
El rechazo es una herida muy profunda, porque las personas que lo padecen se sienten rechazadas en su ser, y sobre todo en su derecho a existir.
Esta máscara es fácilmente reconocible por un físico que huye, es decir un cuerpo o una parte del cuerpo que parece querer desaparecer o hacerse muy pequeño e invisible. Como si quisiera pasar desapercibido por miedo a ser rechazado. Es un cuerpo delgado, frágil, seco, filiforme y contraído: uno tiene la impresión de que casi no hay carne entre la piel y los huesos. Tiene ojos pequeños y asustados.
Quien tiene esta herida, crea la máscara de escapista. Intenta escapar de situaciones en las que se siente inseguro, temeroso de ser rechazado nuevamente.
2. Abandono:
Esta herida está relacionada con niños que sintieron una profunda soledad. Se crea, generalmente, entre los 0 y los 3 años de edad. Quizás uno de los padres no estaba presente o, incluso cuando lo estaba físicamente, existía una gran barrera emocional que no permitía que el niño sintiera plenamente su presencia.
Por lo general, ocurre predominantemente con los padres del sexo opuesto. Su máscara o mecanismo de defensa es la dependencia. Esto los hace emocionalmente dependientes de sus parejas y de su círculo más cercano. Sienten que realmente no pueden arreglárselas por sí mismos.
La herida que se experimenta en el caso del abandono es la segunda más profunda después de la del rechazo, porque ambas afectan al Ser.
Quienes sufren el abandono no se sienten lo suficientemente nutridos emocionalmente; necesitan constantemente ayuda y apoyo. Crean la máscara del dependiente y necesitan atención continua. Generalmente enferman para atraer situaciones en las que necesitan el apoyo de los demás. Es una persona que dramatiza mucho: el incidente más pequeño adquiere proporciones gigantescas.
Esta persona suele solicitar la opinión o aprobación de los demás antes de tomar una decisión. Duda de su decisión cuando no se siente apoyado por otra persona. Y cuando hace algo por alguien, lo hace con la expectativa de que le devuelvan el cariño. Cuanto más actúa una persona como víctima, más aumenta su lesión por abandono. Su mayor miedo es la soledad.
El cuerpo de una persona en la que predomina la herida del abandono, es largo y esbelto, con espalda redondeada y caída. Como si la columna y los músculos fueran incapaces de mantener el cuerpo erguido. Parece necesitar ayuda para sostenerse. Ojos grandes y tristes.
3. Humillación:
Las heridas emocionales de humillación se generan entre el primer y tercer año de vida. Han tenido una experiencia de frustración en relación con el placer. La imposibilidad de disfrutar plenamente. Su máscara es el masoquismo. Anteponen las necesidades de los demás a las propias. Tienen una actitud siempre servicial. Entran en pánico por el disfrute porque temen que las emociones puedan desbordarlos.
Suelen tener un cuerpo grande, cara regordeta, cuello abultado, joroba de bisonte en la parte superior de la espalda.
El masoquista con frecuencia se avergüenza de sí mismo, cree que es sucio o desordenado. No quiere reconocer ni asumir su sensualidad y su amor por los placeres asociados a los sentidos. Por eso se recompensa con comida, y engorda fácilmente para darse una razón para no disfrutar de sus sentidos corporales.
Tiene miedo de ser “castigado” si disfruta demasiado de la vida. Así, amordaza su libertad anteponiendo las necesidades de los demás a las suyas, para no disfrutar de la vida.
El masoquista parece querer hacer todo por los demás. En realidad, quiere crear limitaciones y obligaciones para no disfrutar de su libertad. También refuerza este sentimiento de abuso y humillación, y de la misma manera tiende a rebajar y humillar a los demás haciéndoles sentir que no pueden hacerlo solos sin él.
Su mayor temor es la libertad.
4. Traición:
Se origina entre los 2 y 4 años de edad. El niño siente que su cuidador lo ha decepcionado. Que no puede confiar en él, que no ha estado a la altura de las expectativas. La máscara o mecanismo de defensa es el control. Las personas con esta herida sienten una gran necesidad de controlar todo lo que les rodea. Les cuesta confiar en los demás. Intentan imponer su punto de vista y no toleran las mentiras de los demás.
Hace todo lo posible para demostrar que está seguro de sí mismo y que ha dominado la situación. Sufre cuando la gente no está a la altura de tus expectativas.
Su cuerpo exhibe fuerza y poder. En los hombres: hombros más anchos que la parte inferior del cuerpo. En las mujeres: parte inferior del cuerpo más ancha que los hombros (cuerpo en forma de pera). Cuanto mayor sea la asimetría entre la parte superior e inferior del cuerpo, mayor será la lesión por traición.
Son personas muy intransigentes y controladoras. Quieren mostrar a los demás de lo que sones capaces. A menudo interrumpen y responden antes de que la otra parte haya terminado. Cuando las cosas no van lo suficientemente rápido para su gusto, experimentan la ira. Se le considera trabajador y responsable: tiene dificultades con la pereza. El controlador es impaciente e intolerante. Confía con dificultad y no muestra su vulnerabilidad.
Manifiesta gran dificultad para delegar tareas o confiar en los demás. Le gusta prever y controlar todo, y necesita verificar que los demás estén haciendo lo que deben hacer para comprobar si puede confiar en ellos. Afirma firmemente lo que cree, y espera que los demás estén de acuerdo con sus creencias.
Tiende a afirmar su punto de vista categóricamente y busca a toda costa convencer a los demás. No soporta que le lleven la contraria.
Si mayor miedo es el desenganche, la separación, disociación o negación.
5. Injusticia:
Ocurre entre los 4 y los 6 años de edad. Han sentido que el desarrollo de su individualidad se ha reducido totalmente. Han experimentado frialdad e insensibilidad por parte de su cuidador. Por lo general, el padre del mismo sexo. Su máscara es la rigidez. Necesitan vivir en un mundo perfecto, donde no haya lugar para el dolor. Tienden a bloquear su sensibilidad.
Es perfeccionista e impaciente, es muy exigente consigo mismo y con los demás. Busca hacer todo correctamente, no aceptando ningún desliz ni flexibilidad. Tu cuerpo está tenso y erguido. Tiene ojos brillantes e inquietos.
Posee un cuerpo perfecto y bien proporcionado, pero de movimientos rígidos, cuello estirado y postura erguida y orgullosa. Carece de flexibilidad.
Es un perfeccionista y envidioso. Se desvincula de sus sentimientos y a menudo cruza los brazos. Busca ser perfecto y se justifica mucho. Le resulta difícil admitir que tiene problemas. A menudo duda de sus elecciones. Le gusta el orden y tiende a controlarse exigiéndose mucho a sí mismo. Puede ser de mal genio, frío y tiene problemas para mostrar afecto.
Le gusta que lo alaben, y reconozcan su labor. Quiere sentir que merece una recompensa, pero encuentra difícil recibir regalos porque luego se siente en deuda.
Irónicamente, su mayor temor es la frialdad.
¿Con cuales heridas del alma te identificas?
Seguramente encajas con más de una, pero la predominante siempre marcará la diferencia! Lo importante es definir tu máscara, indagar, profundizar en la información y recordar en qué momento ese niño interior se sintió infeliz.
No existe una talla única para curar nuestras heridas emocionales. Permanecen con nosotros durante toda nuestra vida. Sin embargo, comprenderlas nos transforma.
Iniciar un proceso terapéutico, con un profesional que pueda ayudarnos a identificar qué patrones estamos repitiendo y por qué, es profundamente curativo. En definitiva, trabajar en nuestra autoestima y fortalecer nuestro amor propio es lo que nos recuerda que lo que hemos vivido no nos define y que dentro de nosotros tenemos el poder de elegir cómo queremos vivir nuestra vida.
Por: Loubna Hatem ∼ reencontrate.guru