Más que no mentirle a otro, cuidémonos de no mentirnos a nosotros mismos
La honestidad y la sinceridad, deben ser dos cualidades que comiencen y terminen en uno mismo, pasando por todo aquello y aquellos a los que tenemos alcance. No podemos pretender ser sinceros con quien está cerca, mientras solemos mentirnos a nosotros. Una verdad basada en mentiras, se convierte en mentira.
Cuando sabemos qué somos, qué queremos, qué nos mueve y sentimos y accionamos en función de eso, nos ahorramos muchos dolores de cabeza. Comenzando porque atraemos a personas que se sienten identificadas con lo que somos y con la coherencia que pueda existir entre aquello que somos y lo que demostramos.
Pero si no podemos ser honestos con nosotros mismos o si no logramos salir de estados de confusión en relación a lo que somos y a lo que pretendemos, tenderemos a mentirnos y mentirle a los demás.
Debemos partir desde el análisis y el sentir, sin que el ego hable y se posiciones como protagonista y ésta es la tarea más complicada de todas.
El ego siempre quiere ser la estrella
Nuestro ego adopta roles protagónicos que suelen confundirnos, él quiere, él es, él pide, él hace… Casi dejando de lado a esa parte que rige el corazón que representa nuestra verdadera esencia.
El ego es mentiroso por naturaleza, es exagerado, es desproporcionado, es sobreprotector y es cobarde, muy cobarde. Se siente amenazado por todo y juega sucio. Le encanta restarle mérito a los planes del corazón, pintarnos catástrofes gigantes y llenar nuestras mentes de preocupaciones y de mentiras.
Quizás el ego no actúa con la mala intención de angustiarnos, a su manera busca lo mejor para nosotros, la seguridad, un mundo sin riesgos. Pero para ello construye una fortaleza que más bien es una cárcel y desde allí actuamos nosotros, de manera integral como verdaderos prisioneros.
Debemos derribar esos barrotes o bien usarlos para meter esa parte de nuestra mente allí durante algunos momentos, que nos permitan escuchar los planes del alma y establecer puntos clave en la ruta, sin que el ego escuche, nos sabotee y nos invite a mentirnos. Esos serán los momentos de mayor sinceridad que sostendremos con nosotros mismos y debemos procurar que se magnifiquen y se multipliquen, porque ellos representan nuestra verdad.
Aclara bien quien eres, acércate a lo que te hace sentir en bienestar, que la mayoría de las veces no coincide con lo que el ego requiere para sentirse a gusto, cosa que curiosamente, nunca llega a ocurrir. Porque aparte de todo, el ego es inconforme y siempre demandará más y colocará la promesa de felicidad en los pasos siguientes que debemos dar.
No postergar la felicidad es siempre una decisión brillante
La felicidad es ahora, la vida es ahora y postergarlas ya es una mentira. No te mientas, no es fácil callar esa parte de nosotros que cree tener siempre la razón, pero la práctica de encuentros con nosotros mismos nos ayudará a encontrar en nosotros la voz de la verdad. Es esa voz la que nos enseñará a conectarnos a lo que nos pertenece por derecho y la que nos guiará por los caminos que nos conviene recorrer.
Siéntete, tu cuerpo habla, ¿qué sientes que te dice? Cuando te sientes en plenitud, feliz, cómodo, tranquilo, más allá de lo que ocurra, te estás hablando con la verdad, pero si tu cuerpo expresa emociones desagradables, incluso manifestaciones de dolor o enfermedades, las mentiras se están abriendo espacios en tu mente y está en ti dejarlas por fuera.
La sinceridad lleva consigo el dejar de mentirnos, el no hacer cosas que no nos nacen, el aprender a decir que no, el no ir a donde no queremos y el hacer lo que esté en sintonía con lo que nos hace sonreír el alma. Procura siempre que la sinceridad y la honestidad reinen en tu vida, comenzando por ser tú el primero que disfrute de ellas.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.guru
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