Todos tenemos un niño interior, por muy adultos que seamos, aunque a veces está repleto de heridas infantiles. No hay nada mejor que disfrutar de la inocencia de la infancia, reír ante las adversidades, y alejar la negatividad y los problemas de nuestra vida. El problema surge cuando ese infante que alberga en nuestra mente, tiene mucho más dolor para brindarnos, que paz.
Continuamente nos encontramos en nuestro día a día de frente con circunstancias que nos crean conflictos internos. Intentamos comprender en vano lo que nos lleva a aflorar esas dificultades, sin pararnos a reflexionar en nuestra vida pasada. Es ahí donde se oculta una gran parte del problema que arriba mencionamos: las heridas infantiles.
Este término se emplea para describir el daño emocional que una persona sufrió cuando era niño. No necesariamente se deben a traumas importantes, pero sí a sentimientos que con el paso de los años, acabamos arrastrando. Pudieron darse en el núcleo familiar o en ámbitos sociales, entre amigos, en la escuela…
Pero, ¿por qué son tan importantes y cómo nos influyen en la edad adulta? Aunque parezca irreal, todo aquello que nos marcó, deja huella en la posteridad. Las emociones, miedos, inseguridades y demás problemas no resueltos, se mantienen en la sombra esperando brotar para perturbar tu futuro. Todo ello, inconscientemente, te lleva a repetir patrones y conductas dañinas para ti y los que te rodean, al no haber permitido sanar todo lo que un día lastimó.
Siempre hay un momento en la infancia cuando la puerta se abre y deja entrar al futuro.
Graham Greene
Cuando visualizas una película de drama, eres consciente de que puedes acabar llorando; de la misma forma que cuando consumes géneros de terror, pasando miedo. Sabes los sentimientos que va a provocar en ti, pero estás acostumbrado a ello y continúas consumiendo todo tipo de contenidos. Algo similar pasa con el ser humano. El cerebro va adaptándose a nuestro crecimiento, y pese a conocer el dolor que algunas situaciones nos generan, no puede evitar sufrir y desmoronarse una y otra vez. De ahí la importancia de tratar a tiempo aquello que nos perturba, para poder tener una adultez sana y feliz. Es importante que analices la forma en la que sociabilizas con los demás y las emociones que eso te causan para poder entender lo que te preocupa.
Nunca es demasiado tarde para tener una infancia feliz.
Tom Robbins
Y es cierto.
Mientras hay vida, existen oportunidades para mejorar y dejar atrás todo aquello que un día nos hizo daño. No se puede hacer nada para cambiar lo que ya pasó, pero sí se puede hacer mucho para mejorar lo que viene. Por eso, aquí tienes una guía sencilla para comenzar ese camino, el de la felicidad.
Envejecer es obligatorio, pero crecer es opcional
Walt Disney
Así que nunca olvides a ese niño feliz que llevas dentro lejos de las heridas infantiles, porque es ahí donde reside la verdadera magia de la vida.
María C. – Reencontrate.guru
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