Hay personas que resultan claves en nuestras vidas y que el mantenerlas cerca no es sino una gran bendición. A lo largo de nuestros caminos atravesamos muchas situaciones diversas y algunas de ellas nos pueden llevar a extremos que nos hagan imposible el encontrarnos a nosotros mismos.
Ciertamente hay momentos de quiebre, en los que sentimos que todo se nos ha venido encima y no podemos dar un paso más… o peor aún, no queremos dar un paso más. Es allí donde los más afortunados pueden contar con la dicha de tener ángeles a su alrededor que se encarguen de cuidar, impulsar, motivar o incluso sacudir, con tal de representar el apoyo que consideran necesario.
Estas personas especiales, que deciden ser lazarillos en momentos de completa oscuridad para nosotros, definitivamente merecen un reconocimiento especial, cuando al fin logramos pasar del otro lado. Quizás en el momento de crisis ni siquiera los podemos notar o podemos hacer algo por agradecer lo que recibimos, porque la oscuridad puede ser mucha. Sin embargo, cuando las cosas adquieren la condición de calma y vemos que no hubiésemos podido o el camino hubiese sido mucho más complicado sin esa persona especial, no podemos hacer menos que agradecer, que reconocer, que valorar.
Nadie medianamente sano mentalmente, prefiere estar en condiciones de estrés, de tristeza, en ambientes de problemas y desdicha. Sin embargo, el permanecer, el ofrecer una mano es de valientes y de personas que demuestran su afecto, su interés y sus mejores intenciones. El estar con alguien que no consigue hallarse, drena energía y el decidir permanecer allí no habla más que de genuino interés y esto no puede ser sino valorado.
Aprender a reconocer a las personas que darían cualquier cosa para ofrecernos una vida más bonita, nos permite inflar nuestro corazón para ofrecerles un lugar especial. Inclusive las buenas intenciones pueden tener un interés distinto al nuestro. Habrá personas que quieran ocupar lugares particulares en nuestras vidas y aun cuando no podamos ofrecerle esos espacios puntuales, podemos darle otros que representen un afecto recíproco y un agradecimiento profundo, por haber estado en nuestras vidas cuando ni nosotros mismos estuvimos.
La ingratitud, el malagradecimiento y el pensar que las personas están en la obligación de ofrecernos tratos particulares, solo muestra desubicación y desconexión con lo que en esencia somos. Ciertamente no necesitamos nada de nadie, una ayuda oportuna puede marcar la diferencia y el reconocer las buenas acciones que los demás tienen con nosotros, establece puentes que no se rompen jamás.
Los sentimientos se cultivan, las relaciones se cuidan y protegemos a los que queremos, sobre estas bases construimos el amor, sobre estas bases hacemos nuestra alma más grande, con lo bonito que sentimos y lo que somos capaces de hacer por el otro para otorgarle bienestar, tranquilidad, estabilidad o luz en cualquiera de sus formas.
No debemos ser mezquinos nunca, porque la vida nos retribuirá de la misma manera. Aun cuando no hagamos las cosas de forma interesada, debemos estar conscientes de que todo está regido por una Ley de Causa y Efecto y que cada una de nuestras acciones tiene una consecuencia… Luego nuestra mejor inversión, será siempre dar de nosotros lo mejor.
Quienes han entendido esto y han decidido ofrecer de sí, lo mejor, dedican parte de ellos a ver a los demás mejor, sabiendo que a fin de cuentas todos somos uno y lo que hacemos por el otro, beneficioso o perjudicial, nos lo estamos haciendo a nosotros mismos.
Conserva siempre cerca a quienes han estado contigo en los momentos más complicados. En las buenas es sencillo y placentero quedarse, pero en las malas, solo los que saben ser luz y se interesan por iluminar la vida de los demás, se quedan.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.gurú
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