Si un corazón no se abre, no empujes, no hales… No es tu puerta

Si un corazón no se abre, no empujes, no hales… No es tu puerta
Comparte

A veces pensamos que tener el control sobre el corazón de los demás sería una muy útil herramienta, hasta que se nos coloca de frente la posibilidad de que alguien pueda controlar lo que nosotros sentimos… Ahí parece un poco macabro el asunto.

El punto es que es que afortunadamente, no podemos, nadie puede obligar a otro a sentir algo. Y debemos ser lo suficientemente maduros y considerados con nosotros mismos, como para evitar forzar las puertas que nos llevan al corazón de alguien.

Nosotros tenemos plena libertad de intentar conquistar a alguien que nos llama la atención, podemos llenar de detalles sus días, podemos decir presente tantas veces consideremos oportuno, podemos dar a manos llenas… Pero las cosas que hacemos no garantizan que nos abran alguna puerta.

Así que por nuestro bien tenemos que aprender a decir basta en nuestros intentos y procurar no forzar lo que espontáneamente no se ha abierto.

Los caprichos no nos llevan lejos

Corazón

A veces nos empecinamos con alguien y queremos que sea esa la persona que construya su vida en conjunto con la nuestra, pero no funciona así. Las cosas deben ser mutuas, el interés, las ganas y la disposición.

El amor se cultiva, es cierto, pero si la persona en quien queremos sembrar nuestras semillas, no está interesada en que nada allí se coseche, personalmente se encargará de arrancar cualquier retoño que salga y sin miramientos lo arrojará a la basura.

Esto no nos tiene que hacer sentir bien, obviamente, pero debemos aprender a aceptar que cada quien dirige su atención a quien le parezca. A fin de cuentas, debemos recordar que hay cientos de miles de almas que pueden estar en este momento encontrar a esa persona que esté dispuesta a recibir y a retribuir lo que nosotros tenemos para dar.

Es un error intentar forzar las cosas. No solo incomodamos al otro, sino que nos sentimos mal nosotros mismos, como si estuviésemos mendigando afecto, como si no nos sintiésemos merecedores de un amor espontáneo, de un amor que no tuviésemos que forzar.

El amor no es para padecerlo, sino para disfrutarlo, si comenzamos una relación forzada, que se supone que las cosas deben fluir sutilmente en esta etapa, muy probablemente ese vínculo requiera de muchísimo esfuerzo, en especial nuestro que somos quienes empujamos la puerta para entrar, para mantenerse en pie.

Demos de nosotros sin quedarnos en deuda con nosotros mismos. Aprendamos a amar sin que eso represente quitarnos pedazos de dignidad, de valoración, de autoestima. Porque cuando entregamos algo de esto, estamos diciéndole al mundo que no nos queremos suficientes y que de esa manera estamos dispuestos a recibir amor.

Aseguremos lo mutuo

Busquemos depositar nuestro afecto en quien quiera recibirlo, en quien no ponga mayor resistencia en dejarnos entrar y darnos un lugar privilegiado en sus vidas. Acostumbrémonos a dar y a recibir y ocupémonos de ser aquellas personas que nos gustaría encontrar.

Porque ocurre mucho que el desplante que estemos recibiendo de alguien sea el reflejo de lo que alguien más está recibiendo de nosotros. Y no con esto queremos decir que permitamos que cualquiera que quiera ocupar un espacio en nuestras vidas, pueda tener acceso, sino que cuidemos las formas, lo que damos, lo que recibimos y cómo canalizamos aquello que preferimos mantener fuera.

Todo lo que damos, regresa de vuelta, pero no necesariamente de la persona a quien se lo damos, ni en las mismas cantidades. Así que procuremos dar siempre lo mejor, considerar a quienes se nos acercan y sabernos merecedores de que valoren tanto nuestro amor que nos abran la puerta principal y nunca más nos quieran dejar salir.

Imágenes cortesía de: Amanda Cass

Por: Sara Espejo – Reencontrate.guru


Sara Espejo

One thought on “Si un corazón no se abre, no empujes, no hales… No es tu puerta

Comments are closed.