No le temo a vivir sola, le temo a vivir mal acompañada
El tiempo nos va mostrando a las personas con menos máscaras, con menos filtros. Para cuando llegamos a ver suficiente de alguien, quizás estamos inmersos en una relación que de alguna manera está resultando ser contradictoria con lo que nos gustaría vivir.
Muchas veces desde el momento en el cual seleccionamos a nuestra pareja, hasta que la relación ya ha tomado bastante cuerpo, somos conscientes de que no vamos a encontrar en esa persona lo que justifique una unión.
No tomamos medidas que nos desvinculen de alguien a tiempo, por dar una oportunidad a que ocurra algo diferente, a que esa persona cambia, a que se generen puntos de convergencia, motivados por nuestro especial motor, que se encarga de determinar gran parte de nuestras vidas: el miedo.
Suelta el miedo a estar solo
Resulta que por algún motivo pensamos que vincularnos con alguien más es un acto heroico, que aquello que vemos mal, no lo es tanto si comparamos, que quizás no somos capaces de encontrar algo mejor en nuestras vidas y el dejar pasar una oportunidad, no parece una de las más brillantes ideas… Todo esto es generado por el miedo a quedarnos sin esa compañía que a veces parece indispensable.
Elige el mejor de los miedos
Afortunadamente, podemos generar cambios que nos favorezcan y si vamos a actuar motivados por el miedo, que ese miedo sea a estar mal acompañados. Que nos dé terror despertar un día junto a alguien que no nos valora, que no nos ofrece una buena conversación, que le da igual tenernos o perdernos. Que nos llene de miedo el solo pensar que podemos invertir nuestro tiempo y energía en quien no necesariamente merece nuestra atención.
Si nos va a mover el miedo, pues imaginemos que lo que percibimos a través de la intuición se magnifica y vamos a lamentarnos de no haber elegido a la soledad, mientras llegaba alguien que realmente nos hiciese vibrar el alma… y que el miedo nos ate de pies y manos antes de decidir por alguien que si algo promete es desencajar en nuestras vidas.
Puede ser que cada persona que se aparezca en nuestras vidas tenga una razón de ser, quiera mostrarnos algo, pero procuremos que no nos tome tanto tiempo el darnos cuenta lo que viene a decirnos una mala compañía. Procuremos aprender más pronto que tarde a amarnos y a no llamar amor a cualquier persona que para nosotros esté llenando un espacio que considerábamos vacío.
El saber esperar
Cultivemos en nosotros la paciencia, veamos a la soledad como la oportunidad perfecta para conocernos, para hacer todo aquello que queremos sin rendir cuentas o gustarle a alguien. Aprovechemos la soledad para encontrarnos, para saber qué nos gusta, para reconocer nuestros límites. Si miramos a la soledad sin miedo, ella nos abrazará, en lugar de empujarnos a los brazos de cualquiera para no escuchar más nuestro rechazo o nuestro terror a que permanezca en nuestras vidas.
La soledad nunca nos va a decepcionar, no podemos decir lo mismo de alguna persona que comparta con nosotros su vida. Y la idea no es negarnos a la posibilidad del amor, de la vida en pareja, de la compañía que se encuentra… La idea es decidir con consciencia y apartar de los factores que hacen peso, el miedo a estar solos…
La vida es hermosa, es una aventura maravillosa y el dedicar nuestro tiempo a alguien, sin profundizar en lo que ello significa, por el simple hecho de no estar solos, no puede ser algo distinto a la peor decisión que podamos tomar.
Si te sientes feliz, sin mayor esfuerzo, probablemente estés en el lugar correcto… Si tu balanza se inclina al otro lado, revisa tus opciones y toma las acciones necesarias… y mientras más pronto mejor.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.gurú
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