–Pero, ¿tú me amas?… Fábula de Alicia y Conejo Blanco
– Pero, ¿tú me amas? – Preguntó Alicia.
– ¡No, no te amo! – Respondió el Conejo Blanco.
Alicia arrugó la frente y comenzó a frotarse las manos, como hacía siempre cuando se sentía herida.
– ¿Lo ves? – Dijo el Conejo Blanco.
Ahora te estarás preguntando qué has hecho mal, para que no consiga quererte al menos un poco, qué te hace tan imperfecta, fragmentada.
Es por eso que no puedo amarte.
Porque habrá días en los cuales estaré cansado, enojado, con la cabeza en las nubes y te lastimaré.
Cada día pisoteamos los sentimientos por aburrimiento, descuidos e incomprensiones.
Pero si no te amas al menos un poco, si no creas una coraza de pura alegría alrededor de tu corazón, mis débiles dardos se harán letales y te destruirán.
La primera vez que te vi hice un pacto conmigo mismo: “evitaré amarte hasta que no hayas aprendido a amarte a ti misma “.
Por eso Alicia no, no te amo.
No puedo hacerlo.-
Extraído del libro “Alicia en el país de las maravillas”
Este fragmento resulta muy poderoso para entender el origen de nuestras relaciones con otros, que no es otro que el amor propio.
Cuando vemos en el otro la fuente que va a satisfacer nuestras necesidades, estamos actuando desde la carencia. Intento llenar con algo externo ese espacio de mi vida que está vacío, sin entender que solo yo puedo proveerme de aquello que muchas veces de manera desesperada busco afuera.
Pidiendo amor…
Cuando actuamos desde limosneros de amor, solo conseguimos en los demás sus limosnas de afecto hacia con nosotros. Mientras que si aprendemos a darnos el amor que esperamos de los demás, aprenderemos que no necesitamos de nadie, que estamos completos y que desde ese estado podemos dar a los demás sin miedos, sin esperar a cambio, sin transacciones maquinadas y paradójicamente cuando damos de esa manera, el amor llega a nosotros de una manera diferente.
No podemos responsabilizar al otro de darnos, lo que nosotros no somos capaces. Cada uno de nosotros tiene una manera particular de ser y desde su realidad es capaz de amar a su manera. De cualquier manera todos estamos en ese proceso de aprendizaje de aprender a amar y a recibir amor, comenzando por el que parte y llega a nosotros mismos. Si somos justos, entenderemos que todos están haciendo su mejor esfuerzo, incluyéndonos, que no debemos tomarnos las cosas de manera tan personal, porque raras veces lo que hace el otro que nos lastima, va con esa intención.
Y sí, eso no justifica, pero le sustrae drama, ese drama que nos hace sufrir y nos hace sentir que lo que hacen los demás ha sido hacho para lastimarnos o bien restándole importancia al efecto que generaría en nosotros sus acciones.
Cuando nos amamos lo suficiente estamos protegidos ante muchas acciones de los demás y en especial nos protegemos de un ego que nos puede destruir si se lo permitimos, cuando nos vemos expuestos a heridas que los demás son capaces de propinarnos.
Vamos a resultar heridos, no una sino muchas veces, porque vamos por la vida actuando por ensayo y error, pero el restarle importancia a ello, es lo que marca la diferencia. No se trata de ignorar nuestro dolor, sino no darle más protagonismo del que se merece.
Como a los niños cuando se lastiman, mientras más pronto los distraemos con otras cosas, más pronto se olvida el raspón. No significa que no le atenderemos, ni consentiremos, pero no daremos más atención de la que merece. Si cultivamos un amor y una atención continua, el niño sabrá que no necesita lastimarse, consciente o inconscientemente, para recibir atención.
El amor propio es el mejor protector
El amarnos de manera continua, el aceptarnos, el sentirnos merecedores de lo mejor, nos permite mantenernos de pie, o al menos levantarnos más pronto que cuando el sustento afectivo proviene del exterior. El entender que cada quien es responsable de lo que vive, lo que permite y lo que crea en su vida, es liberador.
Y lo mejor que podemos hacer por nosotros, es darnos todo el amor que nos gustaría recibir y desde allí ser ese imán que atrae aquello que suma ese amor y repele lo que no le hace bien.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.com