La inteligencia deberíamos medirla por lo que callamos y no por lo que decimos
Las palabras dicen tanto de nosotros como nuestros silencios. Cuando tenemos la oportunidad de herir, de lastimar, de mentir, de juzgar y simplemente optamos por callar, estamos de mostrando una parte de nuestra esencia, una que se preocupa por edificar, por hacer el bien, por aportar.
Aportamos de muchas maneras. No siempre el pronunciar una palabra, nos convierte en personas que estemos sumando algo positivo a una situación. Por el contrario a veces hablamos sin mayores filtros.
Es por ello que hoy queremos dejarles estos tres filtros de Sócrates, que nos gustaría que cada uno adoptara para sí y se comprometiera a romper el silencio siempre para mejorarlo.
Filtros de Sócrates:
- El primer filtro es la VERDAD: ¿Ya examinaste cuidadosamente si lo que quieres decir es verdadero en todo su contenido?
- El segundo filtro es la BONDAD: ¿Lo que quieres decir es al menos bueno?
- Y finalmente el tercer filtro: ¿Es NECESARIO que digas eso?
Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario… dejémoslo en el olvido.
Como vemos no es tan complicado convertirnos en personas conscientes de lo que decimos y de los efectos de nuestras palabras. Sin embargo, cuando estamos acostumbrados a verbalizar cualquier cosa, solo por llenar lo que sentimos vacío, correspondiente al silencio, podemos requerir de mucha práctica.
Evidentemente en alguna situación puede ser necesaria una intervención nuestra que arroje un juicio de valor, una opinión que contradiga alguna idea, una advertencia ante algo que consideramos un peligro para alguien, etc. En todo caso, la práctica de hacernos conscientes de lo que decimos, nos convertirá en personas más selectivas en lo que refiere a las conversaciones en las que participamos e inclusive con las personas con las que interactuamos.
Discursos que desgastan
Una de las cosas que más energía nos roba es rodearnos de personas que viven en una crítica eterna, en una queja constante, pronunciando mentira tras mentira, jurando que todos a su alrededor le creen… Y mucho peor si formamos parte de ese grupo de personas que utiliza su lenguaje verbal para traer más miseria al mundo.
Hay mucho material enriquecedor de qué hablar. Detrás de algo negativo, siempre hay algo rescatable. Las personas ciertamente tienen defectos, pero también tienen virtudes y entrenarnos para verlas, para resaltarlas, nos hace desarrollar lo mejor de nosotros y nos convierte en personas que admiran, en lugar de criticar, que edifican y que se enfocan en lo que quieren mantener en sus bocas y en sus vidas.
Las personas que usualmente nunca tiene nada bueno que decir, por lo general tiene vidas grises y si las vemos desde afuera, notamos que es una consecuencia de su manera de mirar, de su apreciación y de su enfoque.
La queja constante es una de las muestras más latentes de malagradecimiento y el éste suele llevarnos por el camino de la escasez, no solo económica, sino afectiva, de salud, de oportunidades… Simplemente porque al no saber apreciar, sino por el contrario, solo tener ojos para lo que disgusta, para lo que falta, para lo que no se quiere, nos estamos cerrando a la otra parte de la realidad que también existe, pero que no somos capaces de ver.
La intervención del ego
El quedarnos callados, en lugar de seguirle el juego al ego, con naturaleza irritable y normalmente frustrado, el querer ocupar nuestra mente de cosas nutritivas, el evitar dañar a otros a través de nuestras palabras nos coloca en una posición aventajada, nos hace más inteligentes, simplemente por el hecho de escoger pensamientos y palabras que nos conecten con nuestro bienestar y desde allí es desde donde podemos construir una vida más gratificante y respetuosa con la vida de los demás.
Por: Sara Espejo – Reencotrate.com